Adhesión a comunicado de la CGT por Huelga General en España.

Las organizaciones firmantes queremos manifestar nuestro apoyo a la huelga que ha convocado la CGT el día 29 de septiembre en el Estado Español.

La situación generalizada de crisis está afectando a la clase trabajadora y muy especialmente a los sectores más precarizados. Esto está sucediendo en numerosos países, siendo el Estado Español uno de los más afectados.

Compartimos con nuestros compañeros de la CGT los motivos de la convocatoria, que no son otros que defender las libertades y derechos laborales, sociales, económicos, medioambientales de todos los trabajadores y trabajadoras y de todas las clases populares frente a las agresiones de multinacionales e instituciones financieras.

Consideramos inaceptable la nueva reforma laboral, el plan de ajuste para reducir el déficit y la próxima reforma del sistema de pensiones que el gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero quiere imponer a las y los trabajadores. Estas medidas son enormemente injustas, ya que el coste de la crisis recae sobre las clases populares y no sobre los verdaderos responsables de la crisis. Es inadmisible que las propias entidades que generaron la crisis sean las que estén imponiendo sus propuestas para salir de la misma, ya que suponen una reducción de derechos para la clase trabajadora y un aumento de beneficios para el sistema capitalista en general.

De igual forma nos sumamos al lema escogido por la CGT para esta Huelga General: “Por el Reparto del trabajo y la Riqueza ”. Repartir el trabajo: trabajar menos para trabajar todas y todos, reduciendo la jornada laboral (sin reducción de salario) y la edad de jubilación, impidiendo los despidos masivos e improcedentes, así como las horas extraordinarias y los destajos, etc,,. Repartir la riqueza, entendida no como un reparto de dividendos o acciones entre la población, sino empleando ese dinero en unas prestaciones sociales y salariales para todas las personas paradas y una distribución solidaria de los recursos.

La crisis está afectando de forma generalizada, por tanto desde las organizaciones combativas animamos a seguir trabajando por una continuidad en las movilizaciones.

Centro Internacional de Estudios Sociales

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TEXTO 12: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Superar la e xclusión, conquistar la equidad (fragmento)
Alejandro Moreno

Hace algunos años no se hablaba de exclusión y excluidos sino de marginación y marginalidad. Semejantes conceptos son, en principio, elaboraciones teóricas mediante las cuales se intenta definir, en términos de conocimiento para la acción, la realidad social que nos enfrenta en la práctica del vivir cotidiano. Suponen, de partida, la aceptación, como evidente o comprobada, de una división tajante entre dos sectores muy distintos de una sociedad; en nuestro caso, la venezolana.

Llevo ya veinte años “incluido” en un barrio de Petare (Caracaas), una de esas comunidades que antes se llamaron marginales y hoy se llaman excluidas, cuando se nombran desde fuera de ellas mismas, desde los incluidos en el sistema. Desde dentro, desde ellas mismas, ni se consideran marginales ni excluidas, simplemente porque ese planteamiento no les pertenece. Desde dentro se perciben como comunidades -pacíficas o conflictivas- de convivientes. Se diría que cada barrio más parece un pueblo tradicional que un sector de la ciudad. Este parecido a pueblo es muy significativo. Desde la estructura política, económica, social y cultural de la ciudad, los barrios son partes de una unidad más amplia. Desde dentro, se identifican como, y practican, una notable autonomía. Ni desprecian ni rechazan, pero tampoco ensalzan, la ciudad. Su autonomía no la perciben como marginación ni exclusión, sino como una manera natural de practicar la convivencia.

¿En qué consiste su manera autónoma de convivir?

Mis veinte años de barrio han sido también veinte años de investigación, desde hace ya unos cuantos compartida con un equipo de jóvenes investigadores en el Centro de Investigaciones Populares. Si éstas comenzaron desde fuera, esto es, desde posiciones teóricas y metodológicas propias de las ciencias sociales convencionales, poco a poco y paso a paso, se han ido despojando de todo lo admitido por los “científicos” de la estructura externa -bajo los golpes contundentes de la realidad del barrio- y han aterrizado finalmente en el interior de la estructura constitutiva de la comunidad. Un proceso largo y complejo que aquí no tengo tiempo ni espacio para detallar. Ha sido necesario reinvertarlo todo: métodos, perspectivas e ideas, para llegar a comprensiones articuladas que, no habiendo partido de teorías, tampoco desean ser conocidas como tales. La comprensión fundamental a la que hemos llegado es que la vida de un barrio no es ni una estructura social ni una anarquía desorganizada, sino algo externo a toda posible comprensión en los términos de la modernidad dominante y que se integra y coincide con el modo de vivir la vida, propio de lo que, sin detenernos en disquisiciones teóricas, -”leguleyismos”, diría Chávez- definimos como el pueblo venezola no. Cuando digo modo de vivir la vida, me estoy refiriendo al puro ejercicio del vivir, a la pura práctica que, con una palabra inventada por más dinámica, he llamado practicación del vivir. Un trabajo de comprensión hermenéutica a partir de lo que acontece cotidianamente en la comunidad, de sus producciones culturales, de sus practicaciones sociales y de la historia-de-vida de sus convivientes, me ha llevado a caer, como quien se desploma en un fondo inesperado, en la practicación primera y fundamental de la vida por todos compartida en su mismo origen como existentes y que da sentido y unifica en un mundo-de-vida a todo el vivir de nuestro pueblo. Este fondo, esta practicación primera, fuente del sentido popular, es la relación convival como constitutivo del ser del venezolano popular.

No me puedo detener a caracterizarla y describirla. Lo que importa aquí y ahora es que el venezolano popular no es comprensible como individuo -y pensarlo y caracterizarlo como tal es una ficción elaborada desde fuera- , sino como relación acaeciente. El venezolano popular sería, entonces, un homo convivalis. Importa, además, distinguir brevemente al yo moderno del yo popular. El primero es un yo individual, el segundo un yo relacional. El yo individual genera acciones individuales, fragmentarias, que entran en contacto y de cuyos contactos se produce un sistema de relaciones extrínseco, autorregulado, una estructura que se le impone desde fuera y que, en el caso de las acciones económicas, es el mercado. El yo relacional genera acciones que ya en su mismo origen son relacionales y se inscriben en un orden que ellas mismas generan y de ellas mismas depende, que no les es, por ende, extrínseco. En el caso del intercambio de bienes, éste es ya en origen relacional y, cuando no se desvía, “naturalmente” solidario.

Sobre este último tema estoy empeñado, junto con mis colaboradores, en una investigación que ya puede apuntar a algunos resultados, siempre provisionales, que, en manera muy sintética y esquemática, resumo a continuación.
1. En el pueblo se da un sistema de relaciones económicas propio fuera de las reglas del mercado moderno y no sometido a ninguna regulación, dependiente de las decisiones libres de sus agentes.

2. Este sistema tiene características, formas de acción, campos de aplicación y funciones que corresponden a la particularidad del mundo-de-vida popular..

3. Hay en él una circulación de dinero que nada tiene que ver con el sistema bancario pero que cumple con las finalidades que un sistema bancario de tipo “popular” podría o debería cumplir. Todo un sistema de préstamos circula de persona a persona, “de pana a pana”, que mueve con gran rapidez una enorme cantidad de dinero difícil de calcular porque no hay parámetros para ello. Este sistema se sostiene sobre la relación personal, de tú a tú, sobre relaciones concretas y no sobre relaciones abstractas como son las del mercado, y se basa en la confianza, una confianza también distinta. No es la confianza en el propietario que tiene cómo respaldar el crédito que se le concede. No se le presta a alguien porque tiene, sino precisamente porque no tiene y necesita, de donde la confianza se pone directamente en la persona en cuanto reúne ciertas características: pertenece a la trama de relaciones ya establecidas en la que quien presta y quien recibe el préstamo ya están incluidos, necesita el dinero, es fiable en cuanto se sabe que quiere pagar. A veces, incluso, la confianza es mediada, esto es, el receptor no está en la misma trama de quien presta pero está avalado, no económicamente sino siempre personalmente, por otro que sí pertenece a la trama. El resultado no es estrictamente económico en cuanto el deudor con frecuencia no puede cumplir con su compromiso. De hecho se presta ya con la disposición, que viene del mismo mundo- de-vida, al perdón de la deuda. El acreedor, de esta manera, pierde si se ve con los parámetros de la economía de mercado, pero en realidad no pierde porque no ha invertido en dinero sino en relación y esto le abre las puertas para ser deudor en las mismas condiciones cuando lo necesite. De esta manera el dinero circula con gran rapidez y beneficia directamente a los que lo necesitan. Esto no produce acumulación individual sino acumulación comunitaria que está siempre distribuida.

4. Se invierte, pues, en relación y de manera relacional. Este tipo de inversión es material, tan material como la inversión en capital, pero material humana y cumple la función de permitir y facilitar la vida de la gente.
5. En este contexto entran los juegos, las loterías populares que generan una lotería al margen de la oficial pero sobre la base de los números ganadores de la oficial y que mueve gran cantidad de dinero dentro de la comunidad, los terminales, etc. Toda una economía “ilegal” hacia fuera pero perfectamente funcional, legal, hacia dentro. Precisamente el hecho de ser ilegal hacia fuera, permite el abuso de las autoridades como la matraca de las policías.
Si se mira desde fuera, parecería que el venezolano es jugador. Sin embargo el juego como importante. El juego, desde fuera, se piensa como factor económico en sí mismo, mientras que en el mundo-de-vida popular tiene un sentido no económico en términos de mercado.

6. Por deudas no conocemos violencia, por ejemplo en mi barrio. Es que el dinero puede no recobrarse, pero la relación se fortalece. Sólo hay violencia por deudas entre los que participan del mercado externo, doblemente ilegal, como es el de la droga. Este se rige por parámetros externos al mundo-de-vida popular.

7. Es una economía que no está hecha sobre la base de la ganancia y la pérdida. La ganancia y la pérdida son momentos de esa economía y nada más. De hecho, generalmente pierden todos y todos ganan. Alguien puede meterse, por ejemplo, en un negocio que ya se sabe que va a fracasar, si están otras personas de por medio. El que lo emprende sabe que va a perder, pero de él se van a beneficiar otros. En otro momento él mismo entrará en otro negocio igual, pero esta vez como beneficiario.

8. Parece ser una economía estructuralmente solidaria, pero no a partir de un imperativo ético externo, de una exigencia moral de compartir -no se excluye que en su origen esté latente un sentido cristiano de la vida enraizado en el pueblo y hecho ya cultura, pero no aparece como decisión consciente- sino como emanación “natural” de lo constitutivo del mundo-de-vida popular. Las acciones humanas, todas y no sólo las económicas, son ya de partida no individuales, sino relacionales.

9. Es una economía que tiene su espacio en una población marcada por la pobreza, pero no es así porque sus agentes sean pobres sino porque los actores pertenecen a un mundo-de-vida externo, y en este sentido de externalidad - que no significa necesariamente oposición ni contradicción- hay que entenderlo como otro. La otredad se entiende aquí como una realidad situada fuera de los parámetros de otra realidad cualquiera. Otredad, en este caso, no se confunde con exclusión sino que sólo es pensable fuera de la oposición e inlusión- inclusión, por ejemplo*.

Existe, pues, entre nosotros, un tipo de hombre que no se concibe como individuo autónomo sino como relación convivial y que, por lo mismo, produce acciones relacionales y una forma de intercambio fuera del sistema-mercado. Es fácil catalogarlo como premoderno, y por tanto destinado a desaparecer, cuando se concibe la historia como historia única y progresiva. ¿Por qué no externo a la mo - dernidad? Ni premoderno ni postmoderno, ni primitivo ni primario, sino otro a la modernidad. Esto supone ya la fragmentación -Hinkelammert- como un hecho de la realidad -y no sólo como una exigencia ética- que el mercado tiende a suprimir subsumiéndolo todo bajo el único sistema.

Por ahora, nuestro pueblo no puede considerase ni marginal ni excluido, sino simplemente externo, otro, con su propia otredad vivida como cotidianidad en su mundo-de-vida.

Es claro que esta otredad no está aislada. Externalidad no es aislamiento. Entra constantemente en contacto con el sistema del mercado, pero no se deja eliminar por él. Todos los días las personas salen de su mundo-de-vida popular para entrar en el mundo-de-vida del mercado y en ese momento se someten a sus reglas, pero cuando regresan a su comunidad, se salen de él. Las relaciones entre uno y otro son complejas. Es claro que la mayoría de los recursos que se intercambian en el pueblo provienen del mercado, pero no está dicho que el mundo-de-vida popular, si fuera dejado a su propio modo de producir, estaría incapacitado para hacerlo. Por otra parte, no está muy claro hasta qué punto lo popular permea e invade al mercado en su propio terreno y en sus propios agentes. Quizás esté en eso la preocupación por modernizar al venezolano a toda costa. A parte de las intervenciones del Estado, tan detestadas por el mercado, ¿no lo distorsionan también, de una manera más sutil y encubierta, las invasiones de lo popular? ¿No anuncian éstas, sin embargo, posibilidades distintas no generadoras de exclusión? El sistema parece percibirlo y por eso, quizás, tanto insiste en la necesidad de cambios culturales, esto es, para transformar a nuestro pueblo de relacional en excluido. Parece que el mercado no puede vivir y dejar vivir al mismo tiempo. Para vivir él, necesita excluir.
En vez de concebir una gobernabilidad sobre la premisa de una población unificada en un todo imposible de incluidos, ¿no es mejor y más factible, al mismo tiempo que más respetuoso de la vida de todos, una gobernabilidad concebida sobre la diversidad de mundos-de-vida no excluyentes sino convivientes?

*Este sistema de economía da una respuesta a la pregunta que, hace algún tiempo, me hizo un ilustre economista, Asdrúbal Baptista: Si nos atenemos -decía él- a los índices económicos y al deterioro de los ingresos que han sufrido los sectores populares, deberíamos estar viendo a gente morir de hambre por las calles de Caracas; la miseria debería ser espantosa. Tanto horror, no ha sucedido. ¿Por qué? De hecho el pueblo tiene sus propias formas de sobrevivencia basadas en su estructura relacional que tiene su centro de condensación en la familia popular, la cual, por otra parte, posee características muy propias.

TEXTO 13: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI


Reflexiones sobre la urbanización y la cultura villera

Vivir en la villa hace que los sacerdotes del equipo para villas de emergencia tengamos una mirada particular de esta realidad, que difiere la mayoría de las veces de la observación que pueda tener alguien que viene de afuera de la villa, ya sea un profesional o alguien vinculado a la actividad política.

Vivir en la villa nos hace comprender, entender y valorar la vida en ella de manera distinta a lo que se escucha habitualmente en el periodismo amarillo, que parece sugerir que las villas son las causantes de la mayoría de los problemas de nuestra querida Buenos Aires.

En estas reflexiones queremos acercar una mirada positiva de la cultura que se da en la villa, ya que para nosotros es una gracia de Dios vivir en ella.

No ignoramos los delicados problemas que los vecinos vivimos en la villa: la violencia familiar, los abusos, el consumo de drogas, sólo por nombrar algunos; aunque estos y otros están también presentes en el resto de la ciudad de forma menos expuesta, o más maquillada. Como sacerdotes intentamos humildemente mirar de frente los problemas, verlos con el corazón y comprometernos con las manos en su resolución.

Sin embargo, para nosotros la villa no es un lugar sólo para ayudar, es más bien el ámbito que nos enseña una vida más humana, y por consiguiente más cristiana. Valoramos la cultura que se da en la villa, que surge del encuentro de los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana.

La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos. Es el cristianismo popular que nace de la primera evangelización; el pueblo siempre lo vivió como propio, con autonomía y siempre desde su vida de cada día. Es un cristianismo no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores evangélicos.

Cuando el pueblo que vive en la villa celebra, celebra la vida, la vida natural, pero como es cristiano por su fe sabe que esa vida culmina, se plenifica en la Vida de Dios. Cuando por ejemplo celebra a la Virgen (Luján, Caacupé, Copacabana, etc.) en esas fiestas pone en juego valores como la fraternidad, la solidaridad y la paz, ya que es la Madre de todos, la que nos convoca y en este tipo de fiestas fortalece el tejido social.

El pueblo que celebra en la villa celebra la vida, porque se organiza en torno a ella, anhela y lucha por una vida más digna. Y, en este sentido, la cultura villera tiene un modo propio de concebir y utilizar el espacio público. Así la calle es extensión natural del propio hogar, no simplemente lugar de tránsito, sino el lugar dónde generar vínculos con los vecinos, dónde encontrar la posibilidad de expresarse, el lugar de la celebración popular.

La cultura de la villa tiene características muy positivas, que son un aporte para el tiempo que nos toca vivir, se expresa en valores como la solidaridad; dar la vida por otro; preferir el nacimiento a la muerte; dar un entierro cristiano a sus muertos; cuidar del enfermo, ofrecer un lugar para el enfermo en la propia casa; compartir el pan con el hambriento: "donde comen 10 comen 12"; la paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversidades, etc. Valores que se sustentan en que la medida de cada ser humano es Dios, y no el dinero.

La cultura villera señala valores evangélicos muy olvidados por la sociedad liberal de la ciudad. Sociedad liberal que se organiza y hace fiesta en torno al poder y a la riqueza, y que es expresión de ideologías de derecha a izquierda.

Por eso, ante el planteo de urbanización de las villas -planteo que preferimos al de erradicación la cual nos recuerda las topadoras- nos preguntamos qué significa.

Porque, ¡Atentos! Si urbanización significa que la cultura porteña invada con su vanidad la cultura villera pensando que progreso es darle a los ’villeros’ todo lo que necesitan para ser una "sociedad civilizada", no estamos de acuerdo.

¿Por qué pensar que el cambio de apariencias -cambio de una casa de ladrillo y chapa hecha por el esfuerzo del villero por otra casa del Instituto de la Vivienda de varios pisos- es ya un progreso?; en este caso, ¿urbanización no será más bien otra cosa que aprolijar la villa para que el resto de la ciudad no chille y dejarla conforme?; ¿cuando se piensa en urbanizar, se piensa solamente en hacer casas que estén pintadas?, ¿acaso no hay sobrados ejemplos de barrios que cambiaron su fisonomía y su realidad es peor que la vivida hace tiempo?

Pensamos que la palabra urbanizar es unilateral, se da desde el poder -no necesariamente con mala intención- y muestra una desvalorización de la cultura de la villa. Creemos que la ciudad piensa que debe eliminar la villa y que desconoce su cultura popular multifacética. El planteo de urbanización debe ser respetuoso de una auténtica cultura como es la villera y no querer barnizarla, o lo que es más grave aún borrarla de un plumazo.
¿Urbanizar o colonizar?

No creemos en esta urbanización, más bien creemos en un encuentro de culturas que conviven, aprenden, comparten. ¿Acaso no sería bueno que el resto de los barrios porteños conozcan y valoren las vivencias y creencias de los villeros? Si la ciudad no quiere colonizar la villa deberá tener un corazón humilde capaz de escuchar la palabra de inmensas barriadas que tienen mucho para decir.

La excesiva mediatización del gobierno y organismos a través de los punteros barriales ha sido a lo largo de los años uno de los factores del gran desconocimiento de la villa y de su cultura.

A algunos que quizás comenzaron como representantes de su barrio los han convertido en representantes remunerados de otros intereses, la referencia de lo que es la villa quedó en manos de este puñado serviles al sistema. Por eso, son pocos los que desde los estamentos del gobierno u organizaciones conocen y valoran la cultura villera.

¿Que elementos entonces debería contemplar este encuentro de culturas donde urbanizar no sea colonizar, sino más bien una integración de culturas que dialogan y aprenden entre sí dando lo más positivo que tienen?

¿Acaso urbanizar no sería más bien crear situaciones positivas donde se den las mismas posibilidades a los que viven en la villa que a los que viven en Belgrano o cualquier otro lugar de la ciudad? ¿No será urbanizar garantizar el acceso escolar para todos los niños y jóvenes de las villas, o que cuando se inauguren las salitas de salud cuenten con lo mínimo indispensable como son las cloacas?

¿No será urbanizar el día que los médicos, sacerdotes, abogados, profesores o capataces surjan de las villas para que imbuidos de la solidaridad de la cultura villera pongan su vida al servicio de su barrio, de la ciudad, del país?

Más que urbanizar nos gusta hablar de integración urbana, esto es, respetar la idiosincrasia de los pueblos, sus costumbres, su modo de construir, su ingenio para aprovechar tiempo y espacio, respetar su lugar, que tiene su propia historia.

Sin duda debe haber un camino de mejoramiento de la calidad de vida en las villas -fue y es una preocupación de este equipo- pero es fundamental en este camino poner el oído en el corazón del villero para que las posibles soluciones no provengan de oficinas donde trabajan técnicos que ignoran la realidad, y que en lugar de mejorarla la empeoran. Sirvan de ejemplo esos planes que se bajan indiscriminadamente, y que en vez de incentivar el estudio facilitan que el chico deje la escuela para cobrarlos, o que la motivación para hacer una actividad deportiva vaya detrás de un plan. Este tipo de asistencialismo -o habría que decir clientelismo- perpetúa la dependencia mental y atrofia la capacidad de los asistidos para convertirse en ciudadanos responsables de su futuro.

Por lo tanto, entendemos que lo positivo de la urbanización es una preocupación del resto de la ciudad para con la villa, tratando de darle una mejor calidad de vida, pero a nuestro entender, así sin más sería no valorar y tener presente lo que la villa puede aportar al resto de la ciudad. Para nosotros la integración urbana sería el camino que debería recorrerse en la Ciudad de Buenos Aires.

Firman el comunicado:

Rodolfo Ricciardelli, Enrique Evangelista y Adolfo Benassi de la Villa 1-11-14; José María Di Paola, Carlos Olivero y Nibaldo Leal de la Villa 21-24 y N.H.T. Zabaleta; Sebastián Sury y Walter Medina de la Villa 15; Guillermo Torre y Marcelo Mirabelli de la Villa 31; Gustavo Carrara y Martín De Chiara de la Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo; Sergio Serrese de la Villa 19: Jorge Tome y Franco Punturo de la Villa 20.



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TEXTO 9: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Roseli Salete Caldart, Pedagogía del Movimiento Sin Tierra”, Ed. Vozes, Petrópolis, 2000.

1) “Si el trabajo es educativo, es posible pensar que el sujeto educativo, o la figura del educador, no precisa ser una persona, y mucho menos estar en la escuela o en otra institución que tenga fines educativos. Una fábrica puede ser mirada como un sujeto educativo, al igual que un sindicato, un partido…. Si lo que está en cuestión es la formación del ser humano, y si las prácticas sociales son las que forman al ser humano, entonces la escuela como uno de los espacios de esa formación, no puede estar desvinculada de ellas. Son las relaciones sociales que la escuela popone a través de su práctica cotidiana y su forma de ser lo que condiciona su carácter formador, mucho más que los contenidos discursivos que selecciona para su tiempo específico de enseñanza” (202).

2) “El principio educativo por excelencia está en el movimiento mismo, el transformar-se transformando, la tierra, las personas, la propia pedagogía, siendo esta la raíz y el formato principal de su identidad pedagógica. En el Movimiento, los sin tierra aprenden que el mundo y el ser humano están para ser hechos, que el mundo no es el mundo que está siendo (Freire), y que el movimiento de la realidad, constituido básicamente de relaciones que precisan ser comprendidas, producidas o transformadas, debe ser el gran maestro de este hacer” (207).

“Esta es la matriz pedagógica que está presente en todas las vivencias educativas que podemos identificar en la formación de los Sin Tierra; el MST como una colectividad en movimiento que produce una referencia de sentido a cada acción, estructura o sujeto que constituyen su cotidiano. Mirar un asentamiento o un campamento o una escuela en sí mismos, o mirar hacia las pequeñas cosas aisladamente, es diferente de mirar todo esto o cada una de estas cosas en la perspectiva del Movimiento, o como procesos que producen un movimiento social. Es esta mirada lo que me permite situar al propio MST más allá de sí mismo, como proceso que construye un movimiento sociocultural e histórico que lo trasciende. El sujeto educativo que busco comprender es el todo esto con las relaciones y la referencia de sentido que lo conforman como más que esto. Tierra es más que tierra, escuela es más que escuela, tal vez porque Movimiento sea Movimiento” (207).

3) “El Movimiento se construyó como matriz pedagógica de las prácticas concretas de formación de los sin tierra, no creando una nueva pedagogía, sino inventando un nuevo modo de lidiar con las pedagogías ya construidas en la histsoria de la formación humana. La pedagogía del Movimiento pone en movimiento la propia pedagogía, movilizando e incorporando en su dinámica diversas y combinadas matrices pedagógicas, muchas de ellas ya oscurecidas en un pasado que no está siendo cultivado. Tal como hacen en el trabajo de la tierra, el MST revuelve, mezcla y transforma diferentes componentes educativos, produciendo una síntesis pedagógica que no es original, pero que no es igual a ninguna pedagogía ya propuesta, porque su referencia de sentido está en el Movimiento” (208).

4) “Escuela y movimiento tienen, de hecho, lógicas contradictorias. La escuela se constituyó históricamente como institución social, estructurada por ordenamientos, reglas y valores que, aún condicionados histórica y socialmente, se presentan como inmutables en razón de su reconocminto social y como marca de su autonomía en relación a otras institucones y a la sociedad como un todo. La identidad de la escuela depende de su oposición a la idea de proceso, de transformación, de vida sucediendo en su imprevisiblidad y plenitud, lo que contradice su propia tarea social de hacer educación, que es inacabamiento, discontinuidad, movimiento”.

“El encuentro entre escuela y Movimiento, cuando sucede, es necesariamente conflictivo, y solo podrá producir síntesis educativas a medida que ambos acepten la existencia de estas lógicas diferentes sin caer en la polarización verdad-error, pero a la vez buscando la influencia mutua, sustentada en la fuerza de la identidad de sus sujetos específicos” (242-243).

“La escuela será tanto más importante para el MST, si acepta descentrarse de ella misma y formar parte de un movimiento social más amplio. Cuanto más importante sea la escuela para el MST, tanto más necesita ocuparla en el sentido pedagógico, o sea, colocar sus pedagogías en movimiento” (246).

5) “Existe una diferencia sutil, pero enorme, entre pretender construir una escuela (o una pedagogía) revolucionaria, y buscar revolucionar la escuela (o la pedagogía). Revolucionar la escuela quiere decir insertarla en este movimiento sociocultural que cultiva ciertos tesoros del pasado y presentimientos de futuro”.

La Pedagogía del Movimiento no cabe en la escuela. Pero la escuela cabe en ella, no como un modelo pedagógico cerrado o un método o una estructura; sino como un estilo, un modo de ser escuela, una postura ante la tarea de educar, un proceso pedagógico, un ambiente educativo. Cuando una escuela de los sin tierra se cristaliza en un modelo, una forma rígida, el Moviminto ya no es el sujeto educativo, porque Movimiento es proceso, acción y reflexión permanentes, es producción de nuevas síntesis en cada momento de su historia, y de su tiempo acelerado” (247).

6) “Si es verdad que el proceso de transformación de la escuela es lento, hecho de pequeñas cosas y de mucha reflexión colectiva, formación de educadores, acompañamiento pedagógico, también es verdad que existen algunos detalles que pueden provocar cambios de actditud, de postura ante la tarea de educar, que marcan toda la diferencia, pero que ahora no sabemos excpliar muy bien cómo se procesan (…) En las actividades del MST el clima, el modo, las relaciones humanas, la mística, más que cualquier estudio o reflexión pedagógica específica, acaban provocando cambios” (248).

7) Nuestros desafíos:
- “Profundizar la intencionalidad pedagógica de cada una de las actividades del Movimiento y no solo aquellas consideradas como educación o formación” (249).

- “Aprender a construir un ambiente educativo de cada acción, actividad o espacio de actuación del Movimiento. No existe el educador como señor de la pedagogía, sino un ambiente (con las tensiones y contradicciones propias de la vida) que educa a todos. Ambiente educativo son las condiciones para que determinada actividad sea educativa, dando énfasis a las relaciones y los procesos entre las personas, los objetos, los tiempos y los espacios, más que a las estructuras materiales o de organización” (250-251).

- “El MST se produjo históricamente como un ambiente educativo de formación de los sin tierra” (251).

- “La matriz organizativa de la que partimos es la de un campamento (…) Cuando se produce el encuentro reflexivo de los Sin Tierra con su propio proceso de formación, sus vivencias de Movimiento suelen transformarse en un modo de vida” (251-252).

- “Radicalizar el proceso de ocupación de la escuela es profundizar los dos movimientos que han caracterizado al MST: el movimiento de lucha y organización por el acceso a la escuela, para todos en todos los niveles; y el movimiento de ocupación pedagógica de la escuela, de modo que se multipliquen las prácticas escolares y los procesos pedagógicos donde el Movimiento se enraíza, y donde la pedagogía tenga el sentido de labrar la vida y de producir gente” (254).

TEXTO 10: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

CÓMO FUNCIONAN LAS ESCUELAS ZAPATISTAS


Boletín especial EZLN

“Que haya una educación real y que sea para todos"

“La escuela oficial trata de construir una conciencia, pues... individual. Trata de que
orienten los maestros para que los niños sean individuales. Y también utilizan una
metodología individual y muy privada. Porque todo lo que se hace siempre son
instrucciones. Porque en las escuelas oficiales te dicen que tienes que hacer así,
tienes que contestar tal como es la respuesta, y así debe ser y que nadie lo cambie.
Lo que estamos viendo es que es una metodología que hace que nos cerremos,
que no haya una libertad de abrirnos para poder pensar. Esa es el principal punto
que nosotros tratamos de cambiar". Estas y otras definiciones compartió Alejandro,
promotor de educación, en una conversación en la Escuela Secundaria Rebelde
Autónoma Zapatista "1º de enero", en el caracol de Oventik.

Los orígenes de lo que hoy es el Sistema Educativo Rebelde Autónomo Zapatista
para la Liberación Nacional (SERAZ - LN) hay que rastrearlos en las diversas
experiencias que fueron construyendo las comunidades zapatistas. En el caso de la
Zona Altos de Chiapas, los primeros antecedentes tuvieron que ver con los
desplazamientos de los pueblos, forzados por las agresiones del ejército y los
paramilitares. En 1994 hubo fuertes enfrentamientos en la zona de Agua de León y
los maestros oficiales abandonaron las escuelas. Ante esta situación, a partir de
1995 cada pueblo tuvo que formar sus promotores de educación. En 1997, también
en Acteal fueron obligados a desplazarse. Entonces organizaron la educación con
participación de organizaciones civiles y estudiantes de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).

A su vez, en el entonces Aguascalientes de Oventik se empezaba a analizar las
características de la educación que brindaban las escuelas oficiales, coincidiendo
con un impulso muy fuerte en toda la organización para la construcción de la
autonomía. “No sólo porque estamos pidiendo que necesitamos la educación y
quien nos viene dar,¿no?- dice Alejandro-. Ya había esa idea de construcción
interna, que se tiene que construir algo para poder hacerlo. Porque si sólo pedimos
entonces no funciona como una organización, ni siquiera es autónoma e
independiente; entonces se practica mucho lo que es la autonomía y la
independencia de sus propias formas de vivir a las comunidades. Se plantea muy
fuerte que se tiene que crear nuestro sistema educativo".

“En el año '98, ya acá en el centro caracol no habían tanto de ese problema de que
no habían escuelas, sí habían escuelas primarias. Pero el problema era que los
niños casi no aprenden nada, lo único que aprenden es a leer y a escribir pero sin
entenderlo, porque estaban aprendiendo en lo que es la segunda lengua, lo que es
castellana, pero los niños hablan tzotzil en esta región, entonces no conocen nada
de tzotzil, no saben leer ni escribir. Y la otra lengua aprenden a escribirla pero no
entienden lo que dice".

“Como ya se estaba analizando con toda la comunidad de esta región, los
representantes de cada pueblo pues llevan y le dejan opinar al pueblo como
quieren que se construya la educación. Entonces salió por varias reuniones la idea


de que se tiene que construir una educación donde entre la vida social de los
pueblos indígenas, que no venga de afuera, eso es lo que dijeron. Pero cómo se
construye eso, nadie lo sabía. Nadie, sólo se pensaba cómo hacerlo".

Con la idea de organizar el sistema, en 1998 se invita a maestros oficiales, que
rápidamente desisten, por miedo a perder su empleo. Entonces se invita a los
jóvenes de las comunidades que estuvieran estudiando, para capacitarse como
promotores, con la ayuda de organizaciones de la sociedad civil. Mientras tanto, se
discute y se formula el plan de la educación autónoma.

En el año 2000 se pone en marcha la Escuela Secundaria Rebelde Autónoma
Zapatista "1º de enero", con un ciclo de tres años. En agosto de 2003, la primera
generación de egresados de la escuela coincide con el nacimiento de los caracoles
y la creación de las Juntas de Buen Gobierno. Tras algunas reuniones de
evaluación entre la Junta y los centros educativos se acuerda unificar en un solo
plan y proyecto la educación para toda la región. De esta manera se crea el SERAZ

– LN en la Zona Altos de Chiapas.
El sistema educativo es coordinado por un colectivo de Coordinación General
integrado por cuatro promotoras y seis promotores, que coordina las actividades
educativas y trabaja en la capacitación de los promotores. El ciclo escolar
comprende desde septiembre a julio, con unas vacaciones entre diciembre y enero.
Las áreas de conocimiento son lenguas, matemáticas, ciencias naturales, ciencias
sociales, humanismo y producción, que abarca el cuidado del medio ambiente. El
plan de estudios "parte de priorizar la cultura propia y todos aquellos elementos que
son parte de la cosmovisión indígena -señalan los zapatistas-. Estás áreas de
aprendizaje han sido elaboradas a través de las demandas de las comunidades y
dan respuesta al tipo de educación que nuestras comunidades necesitan".

La otra educación pone patas para arriba la concepción pedagógica hegemónica en
las escuelas oficiales. "Empezamos con que la escuela autónoma tiene que utilizar
una metodología abierta, que cada niño participe, que opine, porque todo lo que
dice el niño está bueno. También lo que dice el promotor también está bien. Pero ya
lo vimos que era una construcción y una dedicación conjunta, tanto niños y
promotores. Y también lo que se trató de cambiar es que todas las cosas se
construyen en colectivo, que se trabaja en equipo y que si a alguien le cuesta
entender las cosas, se apoya entre el grupo. Eso es lo que se fue practicando y se
fue diferenciando con la oficial. Eso es lo que estuvo practicando, tanto eso era el
principio que los que controlan el grupo se llamaron promotores, ya no son
maestros. Los maestros tienen la idea de los niños de que sólo él sabe y lo que dice
es perfecto, pero ya practicamos el principio de ser promotor, nomás promueve el
grupo, a ver todas las opiniones y lo que saben. Esa es la metodología diferente
que se fue utilizando".

“Y otra cosa es que para los niños la escuela es como... terrible, que no quieren ir,
porque los maestros cuando no saben les pegan. Entonces pues tratamos de
cambiar eso, de que la educación no se trata de pegar niños, sino que se trata de
orientar y tratar de explicar las cosas de lo que va haciendo. Claro que hay niños
que son bien traviesos, pero hay que buscar la forma de no pegar y tratar explicar
que esa travesura no sirve porque tenemos que respetarnos entre todos. Y eso
hemos visto por explicarles que funciona. Lo van a entender, aunque son traviesos


al final sí lo van a entender. Sin pegarle, entonces eso es lo que hemos hecho,
hemos tratado de cambiar que sea la escuela para ellos el lugar donde ellos
comparten y conviven entre todos. Claro que eso fue una larga experiencia, al inicio
no se sabía cómo hacerlo, pero ya mediante las actividades que se hacen se va
sacando y creando. Fueron surgiendo muchas formas de cómo hacer con los niños.
Esa es la diferencia que también se está haciendo". “Y también como es una
educación autónoma todo lo que va construyendo siempre tiene que ver con la
realidad del pueblo. O sea que nunca hay que salir con lo que diga el pueblo. Tratar
de concretizar las cosas que van aprendiendo y entender lo que es cierto. Porque
hay muchas cosas en las escuelas oficiales nos dan una idea de que es una cosa
que es fuera de la realidad de las comunidades. Por ejemplo en matemáticas o en
cualquier área que te traten de hablar de carros o aviones, pero muchas de las
comunidades no conocen carros o aviones, entonces ¿cómo va a entender el niño?
Si estás tratando de dar problemas en matemáticas con carros y con aviones que
nunca existieron para él... Son cosas fuera de la realidad. Lo que se quiere hacer,
que se da, es una educación que tiene que ver con las comunidades. La educación
autónoma se tiene que basar la realidad de los pueblos, aunque no solo eso".

“Se utiliza mucho la realidad de los pueblos en el primer año de la secundaria. En el
segundo año tratamos de ver las realidades des pueblo mexicano, el tercer año las
realidades del mundo, qué cosas están sucediendo. Es un proceso que se va
conociendo, entender el mundo como está, cómo está hecho. Por ejemplo, lo que
nosotros llamamos la naturaleza, incluye muchas cosas. Incluye lo que es el
respeto a la naturaleza, también análisis de diferentes descubrimientos de los cie
ntíficos, y para qué las estamos utilizando ahora. Si es malo o si es bueno, si es
bueno, pues cómo lo utilizamos, y si es malo, cómo lo cambiamos para que sea
bueno. Son cosas que van formando la conciencia de los niños de la realidad del
mundo. Porque lo que queremos lograr es que ellos entiendan realmente el mundo,
cómo se está viviendo. Entonces todo lo que es la educación autónoma está
basado en un principio de vida".

Además de la escuela secundaria "1º de enero", el sistema educativo está formado
por 62 escuelas primarias distribuidas en toda la región. En este momento
participan más de 3.300 estudiantes (135 en el nivel secundario) y unos 300
promotores y promotoras. “Estamos pensando que queremos tener más escuelas
secundarias en ambos municipios porque les cuesta a los niños venir de tan lejo s",
dice Alejandro. Pero también hay dificultades: falta material didáctico,
infraestructura, no hay suficientes promotores ni mucho dinero para sostener los
gastos mínimos. "La educación autónoma se está tratando de construir bajo de una
resistencia, que el pueblo trate de buscar formas de cómo mantener a los
promotores. Principalmente tiene que dar el alimento, a veces se les da un poco de
ropa cuando ya no tienen, pero no un salario y se tratan de mantener... Es un
trabajo voluntario y eso es lo que se está haciendo en todo lo que es la
organización. No hay salario sino que se tiene que construir por cambiar este
mundo".

Publicado en Prensa De Frente en Chiapas, en Junio de 2008

TEXTO 11: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Los movimientos sociales como espacios educativos

“América Latina se ha vuelto un símbolo, un lugar en el cual se presenta, más ejemplarmente que en otros lugares, esta lucha entre las lógicas de los ‘primeros de la clase’ y las lógicas de la emancipación”

Jacques Ranciére


Raúl Zibechi

Los movimientos sociales están tomando en sus manos la formación de sus miembros y la educación de los hijos de las familias que los integran. En un principio, esta fue la forma de contrarrestar la retirada del Estado nacional de sus tareas sociales: la educación, la salud, el empleo, la vivienda y otros aspectos vinculados a la sobrevivencia de los sectores populares, que se fueron degradando durante dos décadas de políticas neoliberales. Una vez dado este paso, los movimientos se pusieron a considerar cómo deben encarar las tareas que antes cumplía el Estado: si se limitan a hacerlo mejor, de forma más completa e “inclusiva”, o si a partir de estas experiencias pueden transitar caminos que los lleven en otras direcciones. En resumidas cuentas: si los emprendimientos en salud, educación y producción pueden ser parte del proceso emancipatorio.

En muchos barrios pobres de las grandes ciudades, como sucede hace tiempo en las remotas comunidades rurales, la escuela es la única presencia del Estado. No es, por cierto, una presencia neutra. En no pocas ocasiones, la presencia estatal crea fisuras y divisiones en las comunidades; en otros, trasmite valores alejados de las culturas populares y de los pueblos originarios, facilitando la difusión de valores y actitudes individualistas que empatan con el modelo neoliberal. De todos modos, la lucha por la escuela ha sido, y es, una lucha por el reconocimiento de los derechos de los pueblos.

Lo nuevo en la última década, es la fuerza con la que algunos movimientos tomaron en sus manos la educación. Esto tiene por lo menos dos dimensiones: la educación como forma de construcción de los movimientos, al convertirla en un aspecto esencial de la vida cotidiana. Por otro lado, los movimientos están creando en sus territorios espacios educativos en los que deciden cómo funciona la escuela, desafiando de esa manera al Estado nacional en uno de los núcleos claves de la reproducción del sistema. En vista de las experiencias en curso, parece oportuno preguntarnos: ¿Hasta qué punto la acción política de un movimiento social puede reconstruir los ámbitos de saber y de conocimiento de una sociedad? (Dávalos, 2002: 89). El despliegue del poder-capacidad de acción de los colectivos, los pone en condiciones de re-construir saberes destruidos por el neoliberalismo.


Educación en movimiento


Probablemente el MST sea el movimiento social latinoamericano que ha trabajado el tema de la educación de forma más intensa. Anteriormente, los movimientos indígenas habían luchado por la escuela, pero sólo unas pocas iniciativas iban más allá de la dinámica de construir escuelas para que fueran gestionadas por los estados, sin que mediaran formas diferentes a las hegemónicas a la hora de abordar la educación. Para los indios, llegar a dominar la escritura fue la forma de conseguir el conocimiento del mundo “del otro”, del sector dominante, para combatirlo o neutralizarlo mejor. Existieron, sin embargo, algunas experiencias educativas diseñadas y ejecutadas por los propios indios, la llamada “escuela india”, que permitió concentrar la “energía cultural” para recrear la memoria colectiva que se convirtió en el elemento central de la identidad étnica, que facilitó los procesos de organización, movilización y hasta la formulación de proyectos políticos propios (Ramón, 1993: 112).

Para los sin tierra de Brasil, la escuela atuogestionada por el movimiento es uno de sus rasgos más importantes, aunque este proceso se consolidó recién en los 90. Hay unas dos mil escuelas en los asentamientos, en las que estudian alrededor de 200 mil niños con cuatro mil maestros; los criterios pedagógicos han sido diseñados por el propio movimiento, haciendo hincapié en que la educación es “una actividad política importante para el proceso de transformación de la sociedad”, que debe partir de la realidad de los asentamientos y campamentos, en la que deben involucrarse las familias tanto en la planificación escolar como en la administración. Las escuelas del MST se rigen por dos principios básicos: desarrollar la conciencia crítica del alumno con contenidos que “lleven a la reflexión y adquisición de una visión del mundo amplia y diferenciada del discurso oficial”, y la “transmisión de la historia y el significado de la lucha por la tierra y la reforma agraria, de la que resultó el asentamiento” donde está ahora la escuela y viven los alumnos. En paralelo, apuesta a desarrollar la capacidad técnica de los alumnos para experiencias de trabajo productivo, tanto de “técnicas alternativas” como de “ejercicios prácticos en áreas de conocimientos necesarios al desarrollo del asentamiento” (Morissawa, 2001: 241).

Con ser importante, este es apenas uno de los aspectos relacionados con la educación en el MST. Sobre este proceso podría hablarse mucho más, detallando las experiencias pedagógicas más avanzadas, así como la incursión del movimiento en áreas poco habituales, como la formación técnica y la universitaria. Sin embargo, creo que uno de los aspectos más interesantes es que el movimiento como tal se ha convertido en un “sujeto educativo”. Esto es mucho más que la habitual implicancia del movimiento en la educación y la participación de la comunidad en la escuela. Que el movimiento social se convierta en un sujeto educativo, y que por tanto todos sus espacios, acciones y reflexiones tengan una “intencionalidad pedagógica”, me parece un cambio revolucionario respecto a cómo entender la educación, y también a la forma de entender el movimiento social.

Considerar al “movimiento social como principio educativo” (Salete, 2000: 204), supone desbordar el rol tradicional de la escuela y del docente: deja de haber un espacio especializado en la educación y una persona encargada de la misma; todos los espacios y todas las acciones, y todas las personas, son espacio-tiempos y sujetos pedagógicos. Entre otras muchas consecuencias, la educación en estas condiciones no tiene fines ni objetivos, más allá de re-producir el movimiento de lucha por la tierra y por un mundo nuevo, lo que supone “producir seres humanos”. En suma, “transformarse transformando” es el principio pedagógico que guía al movimiento (Salete, 2000: 207).

Ahora bien, ¿qué significa que el movimiento es el sujeto educativo? Que la educación es una educación en movimiento. Esto suele desafiar nuestras concepciones más elementales. ¿Cómo se puede educar en movimiento? Una cosa es educar para el movimiento o en el movimiento; otra es hacerlo en movimiento. Aquí lo decisivo no es qué pedagogía se sigue ni qué modelo de escuela se persigue, sino el clima y las relaciones humanas vinculadas a las prácticas sociales. La educación no es más, ni menos, que un clima social inserto en relaciones sociales; el resultado del proceso educativo dependerá del tipo de clima y del carácter de las relaciones sociales en un espacio-tiempo determinado. Si el clima es competitivo y las relaciones son jerárquicas, el espacio educativo será cerrado, separado del entorno y los seres humanos que emerjan de ese proceso tenderán a estar cortados por esos mismos valores. Pero una concepción diferente, como la de “transformar transformando”, una educación en movimiento, no otorga garantías acerca de los resultados a los que llegará. Podemos suponer que surgirán individuos en colectivos, en sintonía con el movimiento de cambio social en el que se formaron, y que el resultado será ampliar y potenciar el movimiento. Pero quizá no sea así, y sería deseable que uno de los “aprendizajes” destacados en esta situación sea la de aprender a vivir y convivir con la incertidumbre.

Me parece necesario destacar cuatro criterios que hacen al movimiento como sujeto pedagógico, lo que Roseli Salete denomina como “matrices pedagógicas”: el movimiento como tal, no como institución sino como capacidad de moverse; el ambiente de fraternidad comunitario; la producción como aspecto central de la transformación de nuestro mundo; y las formas de vida que emergen de estas prácticas cotidianas.

- Por movimiento social entiendo la capacidad humana, individual y colectiva, de modificar el lugar asignado o heredado en una organización social y buscar ampliar sus espacios de expresión (Porto, 2001: 81). Ese movimiento-deslizamiento es (mientras dura el movimiento) un proceso permanente de carácter autoeducativo. Se trata de hacerlo consciente, para potenciarlo, intensificarlo. Podemos entender el movimiento también como el “transformarse transformando”. Si la lucha social no consigue modificar los lugares que ocupábamos antes, estará destinada al fracaso, ya que reproduce los roles opresivos que supuestamente hicieron nacer el movimiento. Pero el cambio de roles-lugares puede frenarse con la adopción de una nueva identidad que sustituye a la vieja, o bien puede tender a instalarse una suerte de fluidez, por la cual el sujeto se autotransforma de forma continua. Como veremos más adelante, escuela y movimiento, institución y cambio,  son contradictorios.

- Esta vorágine del cambio permanente, que puede acelerarse o ralentizarse, sólo puede ser contenido por una sólida comunidad humana, por lazos fuertes de hermanamiento, en los cuales los vínculos “de tipo familiar” son claves para la continuidad de las experiencias y los procesos. En este aspecto, las raíces -siempre necesarias- no son una identidad fija ni un lugar físico ni un rol social, sino las relaciones humanas con los que compartimos la vida. A este aspecto Salete lo denomina como “pedagogía de enraizamiento en una colectividad”. De ahí la importancia de trabajar la organización del movimiento como entramado y espacio de vínculos afectivos, lo que supone erradicar la idea hegemónica en nuestras izquierdas acerca de la organización como instrumento para conseguir fines.

- El trabajo productivo es educativo si es transformador. O sea, si no sólo produce sino que lo hace de un modo que supone construir relaciones humanas y no destruirlas. En este sentido, el tipo de trabajo que encara el movimiento social no debe reproducir las relaciones jerárquicas y los modos tayloristas de división del trabajo, sino apelar a la cooperación y superar los tiempos impuestos por el sistema para dar paso a los tiempos internos, incluso en los espacios productivos. ¿Cómo podemos organizarnos para trabajar y producir de modo que las relaciones que establezcamos sean pedagógicas? Esta pregunta debería sustituir las vinculadas a la eficiencia, tanto en el terreno económico como en el político.

- Por último, las formas de vida cotidiana en el movimiento deberían estar impregnadas por valores y actitudes que permitan aflorar ese clima que hace que las personas que lo integran lleguen a ser sujetos creativos de sus vidas. Un clima emancipatorio. Sabemos qué es un clima opresivo, autoritario, pero definir un clima y unas relaciones humanas emancipatorias no resulta nada sencillo. La emancipación no admite recetas ni modelos, es un proceso siempre inacabado que hay que experimentar por uno mismo. Pero tiene una “dificultad” adicional: como señala Ranciére, “la lógica de la emancipación sólo trata, en definitiva, de las relaciones individuales” (Vermeren et al, 2003: 52). ¿Esto significa que no puede existir emancipación colectiva? Ranciére-Jacotot no van tan lejos, por cierto. La idea guía es que “sólo se emancipa por sí mismo” pero si en un espacio-tiempo existe un clima signado por la lógica de emancipación y no por la lógica de “los primeros de la clase”, o sea si existe un clima propicio a la emancipación, ese clima no cayó de cielo sino que habrá sido creado por la actividad colectiva de los movimientos sociales que son, en definitiva, el “hogar de la gente común”, parafraseando a Braudel.

En esta concepción no existen ni recetas ni pedagogías ni modelos de escuela ya prontos para instalar. La experiencia de los sin tierra constata que el movimiento no cabe en la escuela, que uno y otra son contradictorios y que “poner la escuela en movimiento” significa todo un desafío ya que se trata de un espacio que funciona con una lógica institucional (Salete, 2000: 240 y ss.). Esta contradicción sólo puede resolverse, en un sentido creativo, por el lado del movimiento, entendido no como institución sino como las lógicas del deslizamiento que mencionamos arriba. “La identidad de la escuela depende de su oposición cotidiana a la idea de proceso, de transformación, de vida aconteciendo en su imprevisibilidad y plenitud, lo que contradice su propia tarea social de hacer educación” (Salete, 2000: 242).

El desafío que nos plantea la educación en movimiento, supone por otro lado que escuela y movimiento deben convivir más allá de sus diferencias. Para la escuela supone formar parte de un sujeto pedagógico “integral”, formando parte del clima y del proceso pedagógico que se registra en el movimiento social. Para este, el desafío es igualmente grande: convertir cada espacio, cada instancia, cada acción, en experiencias y espacios pedagógicos, de crecimiento y aprendizaje colectivo. Convertir al movimiento en sujeto pedagógico implica poner en un lugar destacado la reflexión y la evaluación permanentes de todo lo que está sucediendo, abrirse como espacios de autoreflexión y, por lo tanto, darse tiempos “interiores” que naturalmente no coinciden con los tiempos de los partidos y el Estado. Entre los piqueteros se están dando varias experiencias en esta dirección: el “taller de filosofía” del MTD de La Matanza (Lee, 2004), los “grupos de reflexión” del MTD de Solano (Ferrara, 2004) y la Ronda de Pensamiento Autónomo, en la que participan grupos de piqueteros, asambleas barriales y estudiantes. En estos casos, se registra una total y completa ruptura del espacio tradicional de formación, que es apropiado por la comunidad-movimiento.

A las experiencias del MST y los MTD, puede sumarse la de los indios ecuatorianos que han creado la Universidad Intercultural de los Pueblos y Nacionalidades indígenas. En Ecuador hay 2.800 escuelas dirigidas por indígenas, algunas de ellas forman parte del sistema de educación intercultural bilingüe, pero desde hace años la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) se plantea “una escuela distinta, donde fundamentalmente se cuente con la participación de la comunidad, una pedagogía que practicaron nuestros viejos” (Macas, 2000: 2; negritas mías). La Universidad Intercultural forma parte de ese proceso de apropiación de la educación por los “indios en movimiento”; no tiene grandes edificios, promueve la oralidad, superar la dicotomía sujeto-objeto y está guiada por “un proceso de interaprendizaje, que puede ser informal (es decir, no reglados en las ataduras académicas de las clases presenciales) e itinerante, para posibilitar la incorporación de alumnos en cada pueblo o comunidad” (Macas y Lozano, 2000: 3).

La tendencia en estos movimientos parece ir en la dirección de reintegrar los diferentes aspectos de la vida: se trata de la tendencia, muy incipiente aún, que se registra en algunos colectivos hacia la reunión de aspectos antes separados, escindidos. En los barrios, pasa por la “desinstitucionalización del espacio”, que se resume en la “generación de lugares comunes y flexibles”; en paralelo, se produce una “integración de los tiempos”, rompiendo la fractura tradicional entre tiempo de trabajo, de ocio, doméstico, y otros (Sopransi, 2004). Esta doble “apropiación”, de tiempos y espacios, por la comunidad en movimiento, desestructura entre otros los saberes instituidos e institucionalizados, en poder de los especialistas.

No es fácil adivinar hacia dónde vamos. Si, como podemos intuir, la educación es la vida misma, o sea si podemos hacer de la vida un hecho educativo, ello implica recuperar su carácter integral como vida, superando su escisión y  fragmentación. Por otro lado, si lo que educa es la vida misma, el hecho educativo no tiene otro modo de suceder que afirmar, potenciar, expandir, o sea poner en movimiento los “saberes” que ya existen en la vida cotidiana de los sectores populares.




Escuela, Estado, territorio


¿Cómo concebir una escuela, como espacio educativo diferenciado, en el seno del movimiento social? En este punto, siguiendo la lógica de Clastres, se desata la guerra entre la escuela de la comunidad y la escuela del Estado. Dicho de otro modo, la escuela es parte esencial de la disputa entre comunidad y Estado. Y la disputa adquiere un carácter territorial.

Los actuales movimientos tienden hacia el arraigo territorial, entendido como el espacio en el que se despliegan relaciones sociales no capitalistas, surgidas en la resistencia al modelo neoliberal. Los nuevos territorios (pienso en los barrios piqueteros, en los asentamientos y campamentos sin tierra, entre muchos otros) son un ámbito de cristalización de relaciones sociales, de producción y reproducción de la vida, que instauran nuevas territorialidades en base a la reconfiguración de las viejas. Con su presencia cotidiana, los movimientos "marcan" el espacio, pero lo hacen en base a los vínculos y relaciones que portan. En esos territorios es donde están naciendo las nuevas escuelas.

El MST aspira, y a veces lo consigue, que la comunidad -campamento o asentamiento- se haga cargo de la escuela, la tome en sus manos. “La escuela es una conquista del asentamiento o del campamento. Por lo tanto de ella forman parte todas las familias y no apenas las que actualmente tienen allí sus hijos. Siempre que sea posible, los núcleos de base deben discutir el funcionamiento y los rumbos de la escuela” (MST, 1999). De todos modos, es el movimiento en última instancia quien decide los rumbos de la escuela.

La experiencia de las comunidades indias es parcialmente diferente. La comunidad controla un territorio y suele construir una escuela que casi siempre es la única presencia estatal en ese “otro” territorio. Pero la presencia estatal suele generar graves conflictos, en caso de que la comunidad persista en mantener la diferencia cultural y pretenda afirmarla. En Bolivia, la escuela es una conquista social de la revolución de 1952: los comuneros destinaron un terreno a la escuela que ellos mismos construyeron, que incluye una parcela que cultivan para mantener a los maestros. La relación parece clara: la escuela está en “nuestro territorio”, dicen los indios.

Sin embargo, la escuela estatal es portadora de un currículum oculto, que sólo la lucha social logra visibilizar. Uno de los puntos en conflicto hace a las lógicas de diferentes de escuela y comunidad: “¿Hasta qué punto puede el espacio de la escuela compatibilizar la lógica logocéntrica del Estado con la lógica de textualidad oral de la comunidad?” (Regalsky, 2003: 168). Resulta difícil transferir a la escuela los saberes de la comunidad, porque existe una tensión irresoluble entre ambas: “Cualquier transferencia de conocimiento a la escuela sufre inmediatamente un cambio de formato y pierde su carga metafórica, pasa a ser logos, la palabra vale solamente en su significado literal mientras el contexto significativo se desvanece dentro de las cuatro paredes del aula” (idem: 169).

Estamos ante un conflicto de poderes que habitualmente se resuelve a favor de la autoridad estatal, o sea la escuela. Para Regalsky, la escuela en la comunidad es un espacio de apoyo para “perforar el espacio jurisdiccional de la comunidad, debilitarlo e inclinar la balanza de poder a favor de las autoridades regionales criollas” (idem: 170). En síntesis, la escuela es un espacio de confrontación entre dos estrategias, la de los campesinos indios y la del Estado. Y, por lo tanto, es un instrumento del Estado para desmantelar la territorialidad india y volver a estructurarla a su favor.

La historia que estoy refiriendo es la experiencia de las comunidades de Raqaypampa, en la zona de Cochabamba, Bolivia, en su lucha por la tierra y la escuela. Para frenarla, el Estado boliviano se propuso reorganizar las instituciones educativas utilizando la “interculturalidad” como su instrumento, o sea “utilizando las mismísimas demandas étnicas de la CSUTCB (confederación campesina) -y apropiárselas- para hacer de ellas su propia plataforma” (idem: 175). En Raqaypampa, el inevitable conflicto de jurisdicciones se desató en octubre de 1986 cuando las comunidades retiraron a todos sus hijos de las escuelas de la zona. Aceptaron reabrirlas con la condición de que las autoridades permitieron que los “maestros indígenas” nombrados por las asambleas de las comunidades trabajaran como maestros oficiales. Se enfrentaron incluso al sindicato de maestros, que defendía a los maestros criollos graduados en el instituto estatal.

Finalmente, el Consejo Educativo Comunal impuso sus criterios apoyado por los campesinos, y hasta llegó a modificar el calendario escolar de la zona para que no interfiera en las labores agrícolas. En una memorable asamblea, en 1992, un campesino quechua dijo que “les estamos mostrando que podemos enseñar a nuestros hijos mejor de lo que ellos -los maestros- lo pueden hacer” (idem: 191). La capacidad de los indios de cuestionar la “autonomía” de la escuela, y de sus maestros, fue posible porque se había afianzado una lógica alterna, con una sólida base territorial y cultural.

La experiencia de Raqaypampa nos alerta sobre un tema decisivo para el actual movimiento social: la definición del actor principal de la escuela. De esta definición dependerá, en gran medida, que los emprendimiento educativos de los sectores populares en movimiento formen parte del nuevo mundo que queremos expandir, o que terminen subordinadas a las lógicas estatales, que no son otras que las de la acumulación del capital.



Bibliografía


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Ferrara, Francisco 2004 “¿La clínica en el galpón?”, Buenos Aires, mimeo.

Lee Teles, Anabel 2004 “Los gérmenes de nuevos modos de vida comunitaria”, en Campo Grupal No. 58, Buenos Aires, julio.

Morissawa, Mitsue 2001 A história da luta pela terra e o MST, Expressao Popular, San Pablo.

Oholeguy, Cristina 2004 “El arte de sembrar”, en revista Multiversidad No. 13, MFAL, Montevideo, febrero.

Macas, Luis 2002 “¿Cómo se forjó la Universidad Intercultural?”, en Boletín Rimay No. 19, octubre, ICCI, Quito.

Macas, Luis y Lozano, Alfredo 2000 “Reflexiones en torno al proceso colonizador y las características de la educación universitaria en el Ecuador”, en Boletín Rimay No. 19, octubre, ICCI, Quito.

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Ramón Valarezo, Galo 1993 El retorno de los runas, Comunidec, Quito

Ranciére, Jacques 2002 El maestro ignorante, Laertes, Barcelona.

Regalsky, Pablo, 2003 Etnicidad y clase. El Estado boliviano y las estrategias andinas de manejo de su espacio, Plural, La Paz.

Salete Caldart, Roseli 2002 Pedagogia do Movimento Sem Terra, Vozes, Petrópolis.

Sopransi, María Belén 2004 Nuevos movimientos sociales y salud, Buenos Aires, mimeo.

Vermeren P., Cornu L. y Vermeren,  Benvenuto A. 2003 “La actualidad de El maestro ignorante. Entrevista a Jacques Ranciére”, en Cuaderno de Pedagogía No. 11, Libros del Zorzal, Buenos Aires, noviembre.

* Ponencia ante el Congreso Internacional de Sociología de la Educación. Buenos Aires, 25-28 de agosto de 2004.



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Grabación Clase2

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TEXTO 5: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Tesis sobre la lucha antisistémica
UNO. No se puede entender y explicar el sistema capitalista sin el concepto de guerra. Su supervivencia y su crecimiento dependen primordialmente de la guerra y de todo lo que a ella se asocia e implica. Por medio de ella y en ella, el capitalismo despoja, explota, reprime y discrimina. En la etapa de globalización neoliberal, el capitalismo hace la guerra a la humanidad entera. DOS. Para aumentar sus ganancias, los capitalistas no sólo recurren a la reducción de costos de producción o al aumento de precios de venta de las mercancías. Esto es cierto, pero incompleto. Hay cuando menos tres formas más: una es el aumento de productividad; otra es la producción de nuevas mercancías; una más es la apertura de nuevos mercados. TRES. La producción de nuevas mercancías y la apertura de nuevos mercados se consiguen ahora con la conquista y reconquista de territorios y espacios sociales que antes no tenían interés para el capítal. Conocimientos ancestrales y códigos genéticos, además de recursos naturales como el agua, los bosques y el aire son ahora mercancías con mercados abiertos o por crear. Quienes se encuentran en los espacios y territorios con estas y otras mercancías, son, quiéranlo o no, enemigos del capital. CUATRO. El capitalismo no tiene como destino inevitable su autodestrucción, a menos que incluya al mundo entero. Las versiones apocalípticas sobre que el sistema colapsará por sí mismo son erróneas,. Como indígenas llevamos varios siglos escuchando profecías en ese sentido. CINCO. La destrucción del sistema capitalista sólo se realizará si uno o muchos movimientos lo enfrentan y derrotan en su núcleo central, es decir, en la propiedad privada de los medios de producción y cambio. SEIS. Las transformaciones reales de una sociedad, es decir, de las relaciones sociales en un momento histórico, como bien lo señala Wallerstein en alguno de sus textos, son las que van dirigidas contra el sistema en su conjunto. Actualmente no son posibles los parches o las reformas. En cambio son posibles y necesarios los movimientos antisistémicos. SIETE. Las grandes transformaciones no empiezan arriba ni con hechos monumentales y épicos., sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen como irrelevantes para el político y el analista de arriba. La historia no se transforma a partir de plazas llenas o muchedumbres indignadas, sino, como lo señala Carlos Aguirre Rojas, a partir de la conciencia organizada de grupos y colectivos que se conocen y reconocen mutuamente, abajo y a la izquierda, y construyen otra política.


TEXTO 6: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Texto debate en grupos Según nosotros –y podemos estar equivocados- es ahí donde los de abajo toman las grandes decisiones, donde nace el Ya Basta de cada quien, donde crece la indignación y la rebeldía, aunque luego sea en las grandes movilizaciones o acciones donde se hace visible y se convierte en fuerza colectiva y transformadora. La Sexta y la Otra Campaña no buscan un lugar para la palabra, sino un lugar para el oído, ahí donde ustedes y otros han realizado su trabajo político, y su organización. Por eso la Sexta y la Otra Campaña no llaman a la realización de grandes encuentros, convenciones, frentes, asociaciones, coaliciones y los etcéteras que correspondan. Iremos, sí, a los encuentros y grandes reuniones que nos inviten y podamos ir. Iremos con ustedes porque confiamos en escuchar a quienes son como ustedes. En este sentido ninguno de los encuentros, promotoras, frentes, diálogos, programas, etc., tiene porqué temer que les disputemos espacios, nombres, convocatorias, firmas al calce, cantidad de convocados o poder de persuasión. Pero en caso de tener que optar, optaremos por ir a una colonia o una fábrica, a un mercado, a un salón de clases en lugar de ir a un gran encuentro. Se dirá entonces que el EZLN está perdiendo la oportunidad de que su palabra sea escuchada por miles, millones. Y es ahí donde está el problema, porque el EZLN no busca ahora que muchos escuchen su palabra, por el contrario, busca escuchar a muchos, no a todos, sino a los de abajo que resisten y luchan. Quien no entienda que esto es lo que busca el EZLN, entonces no ha entendido nada, y una y otra vez dirán que faltan declaraciones, entrevistas, comunicados donde se explique más. Subcomandante Insurgente Marcos

Antes de irse, Ramona me dio este bordado que hizo ella cuando estuvo en la ciudad de México, curándose. Se lo dio a alguien de la sociedad civil, que nos lo regresó en una de estas reuniones preparatorias. Yo se lo entregué, ella me lo regresa y me dice: “esto es lo que queremos de la Otra Campaña”. Estos colores, ni uno más, pero ni uno menos. Tal vez lo que tenemos que hacer es entender la unidad como este bordado de Ramona, donde cada color y cada forma tiene su lugar; no hay homogeneidad, ni hegemonía. Finalmente, entender la unidad como el acuerdo en el camino.

TEXTO 7: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

“Los suburbios de las ciudades del tercer mundo son el nuevo escenario geopolítico decisivo”
Entrevista a Mike Davis

Ladinamo nº 23
En pocos años, por primera vez en la historia de la humanidad, la población urbana superará en número a la rural. Ahora bien, la mayor parte de estos urbanitas no vive en lo que normalmente entendemos por ciudad, sino en inmensos suburbios sin apenas infraestructuras ni servicios que escapan a cualquier conceptualización tradicional.

En tu descripción de la nueva “geografía posturbana” utilizas un vocabulario novedoso: corredores regionales, conurbaciones difusas, redes policéntricas, periurbanización...
Se trata de un lenguaje en pleno proceso de desarrollo y en el que apenas reina el consenso. Los debates más interesantes han surgido a partir del estudio de la urbanización en el sur de China, Indonesia y el sudeste de Asia y giran principalmente en torno a la naturaleza de la periurbanización en la periferia de las grandes ciudades del tercer mundo. Con este término me refiero al lugar en el que se encuentran el campo y la ciudad y la pregunta que se plantea es: ¿estamos ante una fase temporal de un proceso complejo y dinámico o esta naturaleza híbrida se mantendrá a lo largo del tiempo? La nueva realidad periurbana presenta una mezcla muy compleja de suburbios pobres, desplazados del centro de las ciudades y, entre medias, pequeños enclaves de clase media, frecuentemente de nueva construcción y vallados. En esta periurbanización encontramos también trabajadores rurales atrapados por la manufactura de baja remuneración y residentes urbanos que se desplazan diariamente para trabajar en la industria agrícola. Curiosamente, este fenómeno ha despertado también el interés de los analistas militares del Pentágono, que consideran estas periferias laberínticas uno de los grandes retos que deparará el futuro a las tecnologías bélicas y a los proyectos imperiales. Tras una época en la que se centraron en el estudio de los métodos de gestión empresarial de moda –el just-in-time y el modelo Wal Mart–, en el Pentágono parecen ahora obsesionados con la arquitectura y el planeamiento urbano. EE UU ha desarrollado una gran capacidad para destruir los sistemas urbanos clásicos, pero no tiene ningún éxito en las “Sader Cities” del mundo. El caso de Faluya es sintomático: después de que la destrozaran con bulldozers y bombas de racimo, los mismos insurgentes con los que se quiso acabar la reocuparon cuando acabó la ofensiva. Creo que la izquierda y la derecha coinciden en que los suburbios de las ciudades del tercer mundo son el nuevo escenario geopolítico decisivo.

¿Cuál es la representación cultural más adecuada de los suburbios del tercer mundo que describes en Planet of Slums?
Si Blade Runner fue un día el icono del futuro urbano, el Blade Runner de los suburbios es Black Hawk derribado. Reconozco que no puedo dejar de verla: su puesta en escena y su coreografía son increíbles. La película representa a la perfección esta nueva frontera de la civilización: la “misión del hombre blanco” en los suburbios del tercer mundo y sus amenazantes ejércitos con aspecto de videojuego enfrentándose a heroicos tecnoguerreros y a los rangers de la Delta Force. Por supuesto, desde el punto de vista moral es una película aterradora: es como un videojuego, en el que es imposible contar a todos los somalíes que mueren. Por lo demás, la realidad es que los blancos no son mayoría entre los Rangers desplazados al extranjero: son americanos, sí, pero casi todos ellos proceden también de los suburbios. El nuevo imperialismo, como el viejo, tiene esta ventaja: la metrópoli es tan violenta y alberga tanta pobreza concentrada que produce excelentes guerreros para este tipo de campañas militares. Un antiguo profesor mío escribió un libro magnífico que mostraba, contra todo pronóstico, que en las victorias en las campañas militares del Imperio Británico el factor decisivo no era la tecnología armamentística sino la habilidad de los soldados británicos en el cuerpo a cuerpo con bayoneta, una habilidad que era consecuencia directa de la brutalidad de la vida cotidiana en los barrios bajos ingleses.

Más allá del giro hacia la violencia y la insurgencia, ¿está surgiendo algún sistema de autogobierno en los suburbios?
La organización en los suburbios es extraordinariamente diversa. En una misma ciudad latinoamericana, por ejemplo, hay desde iglesias pentecostales hasta Sendero Luminoso, pasando por organizaciones reformistas y ONG neoliberales. La popularidad de unos y otros colectivos varía muy rápidamente y es muy difícil hallar una tendencia general. Lo que está claro es que en la última década los pobres –y me refiero no sólo a los de los barrios urbanos clásicos que mostraban ya niveles altos de organización, sino también a los nuevos pobres de las periferias– se han estado organizando a gran escala, ya sea en una ciudad iraquí como Sader City o en Buenos Aires. Los movimientos sociales organizados han puesto sobre la mesa reivindicaciones de participación política y económica sin precedentes, que han impulsado un avance en la democracia formal. Sin embargo, generalmente los votos tienen poca relevancia: los sistemas fiscales del tercer mundo son, con escasas excepciones, tan regresivos y corruptos y disponen de tan pocos recursos que es casi imposible poner en marcha una redistribución real. Además, incluso en aquellas ciudades en las que hay un mayor grado de participación en las elecciones, el poder real se transfiere a agencias ejecutivas, autoridades industriales y entidades de desarrollo de todo tipo sobre las que los ciudadanos no tienen ningún control y que tienden a ser meros vehículos locales de las inversiones del Banco Mundial. La vía democrática hacia el control de las ciudades –y, sobre todo, de los recursos necesarios para acometer las reformas urbanas– sigue siendo increíblemente difícil.

En casi todos los programas gubernamentales o estatales que intentan abordar la pobreza urbana, el suburbio pobre se entiende como un mero subproducto de la superpoblación.
No tengo ninguna confianza en el concepto de superpoblación. La cuestión fundamental no es si la población ha aumentado demasiado, sino cómo cuadrar el círculo entre, por un lado, la justicia social y el derecho a un nivel de vida decente y, por otro lado, la sostenibilidad ambiental. No hay demasiada gente en el mundo; lo que sí hay, obviamente, es un sobreconsumo de recursos no renovables. Por supuesto, la solución ha de pasar por la propia ciudad: las ciudades verdaderamente urbanas son los sistemas más eficientes ambientalmente hablando que hemos creado para la vida en común. Ofrecen altos niveles de vida a través del espacio y el lujo públicos, lo que permite satisfacer necesidades que el modelo de consumo privado suburbano no puede permitirse. Dicho esto, el problema básico de la urbanización mundial actual es que no tiene nada que ver con el urbanismo clásico.


TEXTO 8: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Los movimientos sociales de nuestro continente
están transitando por nuevos caminos,
que los separan tanto del viejo movimiento
sindical como de los nuevos movimientos
de los países centrales. A la vez,
comienzan a construir un mundo nuevo en las brechas que
han abierto en el modelo de dominación. Son las respuestas
al terremoto social que provocó la oleada neoliberal de los
ochenta, que trastocó las formas de vida de los sectores populares
al disolver y descomponer las formas de producción
y reproducción, territoriales y simbólicas, que configuraban
su entorno y su vida cotidiana.
Tres grandes corrientes político-sociales nacidas en esta
r egión, conforman el armazón ético y cultural de los grandes
m ovimientos: las comunidades eclesiales de base vinculadas
a la teología de la liberación, la insurgencia indígena portadora
de una cosmovisión distinta de la occidental y el guevarismo
inspirador de la militancia revolucionaria. Estas corrientes
de pensamiento y acción conve rgen dando lugar a un
enriquecedor “mestizaje”, que es una de las características
d i s t i n t ivas de los movimientos latinoamericanos.
Desde comienzos de los noventa, la movilización social
derribó dos presidentes en Ecuador y en A rgentina, uno en Par
a g u a y, Perú y Brasil y desbarató los corruptos regímenes de
Venezuela y Perú. En varios países frenó o retrasó los procesos
privatizadores, promoviendo acciones callejeras masiva s
que en ocasiones desembocaron en insurrecciones. De esta
forma los movimientos forzaron a las elites a negociar y a tener
en cuenta sus demandas, y contribuyeron a instalar gobiernos
progresistas en Venezuela, Brasil y Ecuador. El neoliberalismo
se estrelló contra la oleada de movilizaciones sociales
que abrió grietas más o menos profundas en el modelo.
Los nuevos caminos que recorren suponen un viraje de
l a rgo aliento. Hasta la década de 1970 la acción social giraba
en torno a las demandas de derechos a los estados, al establecimiento
de alianzas con otros sectores sociales y partidos
políticos y al desarrollo de planes de lucha para modificar
la relación de fuerzas a escala nacional. Los objetivos finales
se plasmaban en programas que orientaban la activ i d a d
e s t r a t égica de movimientos que se habían construido en relación
a los roles estructurales de sus seguidores. En consecuencia,
la acción social perseguía el acceso al estado para
m o d i ficar las relaciones de propiedad, y ese objetivo justificaba
las formas estadocéntricas de organización, asentadas
en el centralismo, la división entre dirigentes y dirigidos y la
disposición piramidal de la estructura de los movimientos.
Tendencias comunes
Hacia fines de los setenta fueron ganando fuerza otras líneas
de acción que reflejaban los profundos cambios introducidos
por el neoliberalismo en la vida cotidiana de los sectores
populares. Los movimientos más signifi c a t ivos (Sin Ti erra
y seringueiros en Brasil, indígenas ecuatorianos, neozapatistas,
guerreros del agua y cocaleros bolivianos y desocupados
argentinos), pese a las diferencias espaciales y temporales
que caracterizan su desarrollo, poseen rasgos comunes, ya
que responden a problemáticas que atraviesan a todos los ac-
185
Los movimientos sociales
latinoamericanos:
tendencias y desafíos
Por Raúl Zibechi*
* Docente e investigador de la Multiversidad Franciscana de América
Latina (Mfal). Editor de Internacionales del semanario B re ch a
(Uruguay).
tores sociales del continente. De hecho, forman parte de una
misma familia de movimientos sociales y populares.
Buena parte de estas características comunes derivan de
la territorialización de los movimientos, o sea de su arraigo
en espacios físicos recuperados o conquistados a través de
largas luchas, abiertas o subterráneas. Es la respuesta estra -
tégica de los pobres a la crisis de la vieja territorialidad de
la fábrica y la hacienda, y a la reformulación por parte del
capital de los viejos modos de dominación. La desterritorialización
productiva (a caballo de las dictaduras y las contrarreformas
neoliberales) hizo entrar en crisis a los viejos movimientos,
fragilizando sujetos que vieron evaporarse las territorialidades
en las que habían ganado poder y sentido. La
derrota abrió un período, aún inconcluso, de reacomodos
que se plasmaron, entre otros, en la reconfiguración del espacio
físico. El resultado, en todos los países aunque con diferentes
intensidades, características y ritmos, es la re-ubicación
activa de los sectores populares en nuevos territorios
ubicados a menudo en los márgenes de las ciudades y de las
zonas de producción rural intensiva.
El arraigo territorial es el camino recorrido por los Sin
Tierra, mediante la creación de infinidad de pequeños islotes
autogestionados; por los indígenas ecuatorianos, que expandieron
sus comunidades hasta reconstruir sus ancestrales
“territorios étnicos” y por los indios chiapanecos que colonizaron
la selva Lacandona (Fernandes, 2000; Ramón,
1993; García de León, 2002: 105). Esta estrategia, originada
en el medio rural, comenzó a imponerse en las franjas de
desocupados urbanos: los excluidos crearon asentamientos
en las periferias de las grandes ciudades, mediante la toma
y ocupación de predios. En todo el continente, varios millones
de hectáreas han sido recuperadas o conquistadas por
los pobres, haciendo entrar en crisis las territorialidades instituidas
y remodelando los espacios físicos de la resistencia
(Porto, 2001: 47). Desde sus territorios, los nuevos actores
enarbolan proyectos de largo aliento, entre los que destaca
la capacidad de producir y reproducir la vida, a la vez que
establecen alianzas con otras fracciones de los sectores populares
y de las capas medias. La experiencia de los piqueteros
argentinos resulta significativa, puesto que es uno de
los primeros casos en los que un movimiento urbano pone
en lugar destacado la producción material.
La segunda característica común, es que buscan la autonomía,
tanto de los estados como de los partidos políticos,
fundada sobre la creciente capacidad de los movimientos para
asegurar la subsistencia de sus seguidores. Apenas medio
siglo atrás, los indios c o n c i e r t o s que vivían en las haciendas,
los obreros fabriles y los mineros, los subocupados y desocupados,
dependían enteramente de los patrones y del estad
o1. Sin embargo, los comuneros, los cocaleros, los campesinos
Sin Tierra y cada vez más los piqueteros argentinos y
los desocupados urbanos, están trabajando de forma consciente
para construir su autonomía material y simbólica.
En tercer lugar, trabajan por la revalorización de la cultura
y la afirmación de la identidad de sus pueblos y sectores
sociales. La política de afirmar las diferencias étnicas y
de género, que juega un papel relevante en los movimientos
indígenas y de mujeres, comienza a ser valorada también
por los viejos y los nuevos pobres. Su exclusión de facto de
la ciudadanía parece estarlos induciendo a buscar construir
otro mundo desde el lugar que ocupan, sin perder sus rasgos
particulares. Descubrir que el concepto de ciudadano
sólo tiene sentido si hay quienes están excluidos, ha sido
uno de los dolorosos aprendizajes de las últimas décadas.
De ahí que la dinámica actual de los movimientos se vaya
inclinando a superar el concepto de ciudadanía, que fue de
utilidad durante dos siglos a quienes necesitaron contener y
dividir a las clases peligrosas (Wallerstein, 2001: 120-135).
La cuarta característica común es la capacidad para formar
sus propios intelectuales. El mundo indígena andino
perdió su intelectualidad como consecuencia de la represión
de las insurrecciones anticoloniales de fines del siglo XVIII
y el movimiento obrero y popular dependía de intelectuales
que le trasmitían la ideología socialista “desde fuera”, según
el modelo leninista. La lucha por la escolarización permitió
a los indios manejar herramientas que antes sólo utilizaban
las elites, y redundó en la formación de profesionales
indígenas y de los sectores populares, una pequeña parte
de los cuales se mantienen vinculados cultural, social y
políticamente a los sectores de los que provienen. En paralelo,
sectores de las clases medias que tienen formación secundaria
y a veces universitaria se hundieron en la pobreza.
De esa manera, en los sectores populares aparecen personas
con nuevos conocimientos y capacidades que facilitan la
autoorganización y la autoformación.
Los movimientos están tomando en sus manos la educación
y la formación de sus dirigentes, con criterios pedagógicos
propios a menudo inspirados en la educación popular.
En este punto, llevan la delantera los indígenas ecuatorianos
que han puesto en pie la Universidad Intercultural de
los Pueblos y Nacionalidades indígenas –que recoge la experiencia
de la educación intercultural bilingüe en las casi
tres mil escuelas dirigidas por indios–, y los Sin Tierra de
Brasil, que dirigen 1.500 escuelas en sus asentamientos, y
múltiples espacios de formación de docentes, profesionales
y militantes (Dávalos, 2002; Caldart, 2000). Poco a poco,
otros movimientos, como los piqueteros, se plantean la necesidad
de tomar la educación en sus manos, ya que los estados
nacionales tienden a desentenderse de la formación.
En todo caso, quedó atrás el tiempo en el que intelectuales
ajenos al movimiento hablaban en su nombre.
186
D e b a t e s
/ Enero 2003
El nuevo papel de las mujeres es el quinto rasgo común.
Mujeres indias se desempeñan como diputadas, comandantes
y dirigentes sociales y políticas; mujeres campesinas y
piqueteras ocupan lugares destacados en sus orga n i z a c i o n e s .
Esta es apenas la parte visible de un fenómeno mucho más
profundo: las nuevas relaciones que se establecieron entre
los géneros en las organizaciones sociales y territoriales que
e m e rgieron de la reestructuración de las últimas décadas.
En las actividades vinculadas a la subsistencia de los
sectores populares e indígenas, tanto en las áreas rurales como
en las periferias de las ciudades (desde el cultivo de la
tierra y la venta en los mercados hasta la educación, la sanidad
y los emprendimientos productivos) las mujeres y los
niños tienen una presencia decisiva. La inestabilidad de las
parejas y la frecuente ausencia de los varones, han convertido
a la mujer en la organizadora del espacio doméstico y
en aglutinadora de las relaciones que se tejen en torno a la
familia, que en muchos casos se ha transformado en unidad
productiva, donde la cotidianeidad laboral y familiar tienden
a re-unirse y fusionarse. En suma, emerge una nueva familia
y nuevas formas de re-producción estrechamente ligadas,
en las que las mujeres representan el vínculo principal
de continuidad y unidad.
El sexto rasgo que comparten, consiste en la preocupación
por la organización del trabajo y la relación con la naturaleza.
Aún en los casos en los que la lucha por la reforma
agraria o por la recuperación de las fábricas cerradas aparece
en primer luga r, los activistas saben que la propiedad de
los medios de producción no resuelve la mayor parte de sus
problemas. Tienden a visualizar la tierra, las fábricas y los
asentamientos como espacios en los que producir sin patrones
ni capataces, donde promover relaciones igualitarias y
horizontales con escasa división del trabajo, asentadas por lo
tanto en nuevas relaciones técnicas de producción que no generen
alienación ni sean depredadoras del ambiente.
Por otro lado, los movimientos actuales rehuyen el tipo
de organización taylorista (jerarquizada, con división de tareas
entre quienes dirigen y ejecutan), en la que los dirigentes
estaban separados de sus bases. Las formas de organización
de los actuales movimientos tienden a reproducir la vida
cotidiana, familiar y comunitaria, asumiendo a menudo
la forma de redes de autoorganización territorial. El levantamiento
aymara de setiembre de 2000 en Bolivia, mostró
cómo la organización comunal era el punto de partida y soporte
de la movilización, incluso en el sistema de “turnos”
para garantizar los bloqueos de carreteras, y se convertía en
el armazón del poder alternativo (García Linera, 2001: 13).
Los sucesivos levantamientos ecuatorianos descansaron sobre
la misma base: “Vienen juntos, permanecen compactados
en la ‘toma de Quito’, ni siquiera en las marchas multitudinarias
se disuelven, ni se dispersan, se mantienen cohesionados,
y regresan juntos; al retornar a su zona vuelven a
mantener esa vida colectiva” (Hidalgo, 2001: 72). Esta descripción
es aplicable también al comportamiento de los Sin
Tierra y de los piqueteros en las grandes movilizaciones.
Por último, las formas de acción instrumentales de antaño,
cuyo mejor ejemplo es la huelga, tienden a ser sustituidas
por formas autoafirmativas, a través de las cuales los
nuevos actores se hacen visibles y reafirman sus rasgos y
señas de identidad. Las “tomas” de las ciudades de los indígenas
representan la reapropiación, material y simbólica, de
un espacio “ajeno” para darle otros contenidos (Dávalos,
2001). La acción de ocupar la tierra representa, para el campesino
sin tierra, la salida del anonimato y es su reencuentro
con la vida (Caldart, 2000: 109-112). Los piqueteros
sienten que en el único lugar donde la policía los respeta es
en el corte de ruta y las Madres de Plaza de Mayo toman su
nombre de un espacio del que se apropiaron hace 25 años,
donde suelen depositar las cenizas de sus compañeras.
De todas las características mencionadas, las nuevas territorialidades
son el rasgo diferenciador más importante de
los movimientos sociales latinoamericanos, y lo que les está
dando la posibilidad de revertir la derrota estratégica. A
diferencia del viejo movimiento obrero y campesino (en el
que estaban subsumidos los indios), los actuales movimientos
están promoviendo un nuevo patrón de organización del
espacio geográfico, donde surgen nuevas prácticas y relaciones
sociales (Porto, 2001; Fernandes, 1996: 225-246).
La tierra no se considera sólo como un medio de producción,
superando una concepción estrechamente economicista.
El territorio es el espacio en el que se construye colectivamente
una nueva organización social, donde los nuevos
sujetos se instituyen, instituyendo su espacio, apropiándoselo
material y simbólicamente.
187
Los movimientos sociales latinoamericanos...
/ Enero 2003
Nuevos desafíos
En paralelo, el movimiento actual está sometido a debates
profundos, que afectan a las formas de organización y
la actitud hacia el estado y hacia los partidos y gobiernos de
izquierda y progresistas. De la resolución de estos aspectos
dependerá el tipo de movimiento y la orientación que predomine
en los próximos años.
Aunque buena parte de los grupos de base se mantienen
apegados al territorio y establecen relaciones predominantemente
horizontales, la articulación de los movimientos
más allá de localidades y regiones plantea problemas aún no
resueltos. Incluso organizaciones tan consolidadas como la
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador
(CONAIE), han tenido problemas con dirigentes elegidos
como diputados, y durante la breve “toma del poder” de
enero de 2000, se registró una fisura importante entre las
bases y las direcciones, que parecieron abandonar el proyecto
histórico de la organización.
Establecer formas de coordinación abarcativas y permanentes
supone, de alguna manera, ingresar en el terreno
de la representación, lo que coloca a los movimientos ante
problemas de difícil solución en el estadio actual de las luchas
sociales. En ciertos períodos, no pueden permitirse hacer
concesiones a la visibilidad o rehuir la intervención en
el escenario político. El debate sobre si optar por una organización
centralizada y muy visible o difusa y discontínua,
por mencionar los dos extremos en cuestión, no tiene soluciones
sencillas, ni puede zanjarse de una vez para siempre.
Finalmente, el debate sobre el estado atraviesa ya a los
movimientos, y todo indica que se profundizará en la medida
en que las fuerzas progresistas lleguen a ocupar los gobiernos
nacionales. Está pendiente un balance del largo período
en el que los movimientos fueron correas de transmisión
de los partidos y se subordinaron a los estados nacionales,
hipotecando su autonomía. Por el contrario, parece ir
ganando fuerza, como sucedió ya en Brasil, Bolivia y Ecuador,
la idea de deslindar campos entre las fuerzas sociales y
las políticas. Aunque las primeras tienden a apoyar a las segundas,
conscientes de que gobiernos progresistas pueden
favorecer la acción social, no parece fácil que vuelvan a establecer
relaciones de subordinación.
No es un debate ideológico. O, por lo menos, no lo es
en lo fundamental. Se trata de mirar el pasado para no repetirlo.
Pero, sobre todo, se trata de mirar hacia adentro, hacia
el interior de los movimientos. El panorama que surge, cada
día con mayor intensidad, es que el ansiado mundo nuevo
está naciendo en sus propios espacios y territorios, incrustado
en las brechas que abrieron en el capitalismo. Es
“el” mundo nuevo real y posible, construido por los indígenas,
los campesinos y los pobres de las ciudades sobre las
tierras conquistadas, tejido en base a nuevas relaciones sociales
entre los seres humanos, inspirado en los sueños de
sus antepasados y recreado gracias a las luchas de los últimos
veinte años. Ese mundo nuevo existe, ya no es un proyecto
ni un programa sino múltiples realidades, incipientes
y frágiles. Defenderlo, para permitir que crezca y se expanda,
es una de las tareas más importantes que tienen por delante
los activistas durante las próximas décadas. Para ello
deberemos desarrollar ingenio y creatividad ante poderosos
enemigos que buscarán destruirlo; paciencia y perseverancia
ante las propias tentaciones de buscar atajos que, ya sabemos,
no conducen a ninguna parte.
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Nota
1 Indios conciertos son denominados, en la región andina, los
que “concertaron” un acuerdo con el hacendado, que supone
una relación de servidumbre y renta en especie.



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