Textos_Clase2

TEXTO 5: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Tesis sobre la lucha antisistémica
UNO. No se puede entender y explicar el sistema capitalista sin el concepto de guerra. Su supervivencia y su crecimiento dependen primordialmente de la guerra y de todo lo que a ella se asocia e implica. Por medio de ella y en ella, el capitalismo despoja, explota, reprime y discrimina. En la etapa de globalización neoliberal, el capitalismo hace la guerra a la humanidad entera. DOS. Para aumentar sus ganancias, los capitalistas no sólo recurren a la reducción de costos de producción o al aumento de precios de venta de las mercancías. Esto es cierto, pero incompleto. Hay cuando menos tres formas más: una es el aumento de productividad; otra es la producción de nuevas mercancías; una más es la apertura de nuevos mercados. TRES. La producción de nuevas mercancías y la apertura de nuevos mercados se consiguen ahora con la conquista y reconquista de territorios y espacios sociales que antes no tenían interés para el capítal. Conocimientos ancestrales y códigos genéticos, además de recursos naturales como el agua, los bosques y el aire son ahora mercancías con mercados abiertos o por crear. Quienes se encuentran en los espacios y territorios con estas y otras mercancías, son, quiéranlo o no, enemigos del capital. CUATRO. El capitalismo no tiene como destino inevitable su autodestrucción, a menos que incluya al mundo entero. Las versiones apocalípticas sobre que el sistema colapsará por sí mismo son erróneas,. Como indígenas llevamos varios siglos escuchando profecías en ese sentido. CINCO. La destrucción del sistema capitalista sólo se realizará si uno o muchos movimientos lo enfrentan y derrotan en su núcleo central, es decir, en la propiedad privada de los medios de producción y cambio. SEIS. Las transformaciones reales de una sociedad, es decir, de las relaciones sociales en un momento histórico, como bien lo señala Wallerstein en alguno de sus textos, son las que van dirigidas contra el sistema en su conjunto. Actualmente no son posibles los parches o las reformas. En cambio son posibles y necesarios los movimientos antisistémicos. SIETE. Las grandes transformaciones no empiezan arriba ni con hechos monumentales y épicos., sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen como irrelevantes para el político y el analista de arriba. La historia no se transforma a partir de plazas llenas o muchedumbres indignadas, sino, como lo señala Carlos Aguirre Rojas, a partir de la conciencia organizada de grupos y colectivos que se conocen y reconocen mutuamente, abajo y a la izquierda, y construyen otra política.


TEXTO 6: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Texto debate en grupos Según nosotros –y podemos estar equivocados- es ahí donde los de abajo toman las grandes decisiones, donde nace el Ya Basta de cada quien, donde crece la indignación y la rebeldía, aunque luego sea en las grandes movilizaciones o acciones donde se hace visible y se convierte en fuerza colectiva y transformadora. La Sexta y la Otra Campaña no buscan un lugar para la palabra, sino un lugar para el oído, ahí donde ustedes y otros han realizado su trabajo político, y su organización. Por eso la Sexta y la Otra Campaña no llaman a la realización de grandes encuentros, convenciones, frentes, asociaciones, coaliciones y los etcéteras que correspondan. Iremos, sí, a los encuentros y grandes reuniones que nos inviten y podamos ir. Iremos con ustedes porque confiamos en escuchar a quienes son como ustedes. En este sentido ninguno de los encuentros, promotoras, frentes, diálogos, programas, etc., tiene porqué temer que les disputemos espacios, nombres, convocatorias, firmas al calce, cantidad de convocados o poder de persuasión. Pero en caso de tener que optar, optaremos por ir a una colonia o una fábrica, a un mercado, a un salón de clases en lugar de ir a un gran encuentro. Se dirá entonces que el EZLN está perdiendo la oportunidad de que su palabra sea escuchada por miles, millones. Y es ahí donde está el problema, porque el EZLN no busca ahora que muchos escuchen su palabra, por el contrario, busca escuchar a muchos, no a todos, sino a los de abajo que resisten y luchan. Quien no entienda que esto es lo que busca el EZLN, entonces no ha entendido nada, y una y otra vez dirán que faltan declaraciones, entrevistas, comunicados donde se explique más. Subcomandante Insurgente Marcos

Antes de irse, Ramona me dio este bordado que hizo ella cuando estuvo en la ciudad de México, curándose. Se lo dio a alguien de la sociedad civil, que nos lo regresó en una de estas reuniones preparatorias. Yo se lo entregué, ella me lo regresa y me dice: “esto es lo que queremos de la Otra Campaña”. Estos colores, ni uno más, pero ni uno menos. Tal vez lo que tenemos que hacer es entender la unidad como este bordado de Ramona, donde cada color y cada forma tiene su lugar; no hay homogeneidad, ni hegemonía. Finalmente, entender la unidad como el acuerdo en el camino.

TEXTO 7: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

“Los suburbios de las ciudades del tercer mundo son el nuevo escenario geopolítico decisivo”
Entrevista a Mike Davis

Ladinamo nº 23
En pocos años, por primera vez en la historia de la humanidad, la población urbana superará en número a la rural. Ahora bien, la mayor parte de estos urbanitas no vive en lo que normalmente entendemos por ciudad, sino en inmensos suburbios sin apenas infraestructuras ni servicios que escapan a cualquier conceptualización tradicional.

En tu descripción de la nueva “geografía posturbana” utilizas un vocabulario novedoso: corredores regionales, conurbaciones difusas, redes policéntricas, periurbanización...
Se trata de un lenguaje en pleno proceso de desarrollo y en el que apenas reina el consenso. Los debates más interesantes han surgido a partir del estudio de la urbanización en el sur de China, Indonesia y el sudeste de Asia y giran principalmente en torno a la naturaleza de la periurbanización en la periferia de las grandes ciudades del tercer mundo. Con este término me refiero al lugar en el que se encuentran el campo y la ciudad y la pregunta que se plantea es: ¿estamos ante una fase temporal de un proceso complejo y dinámico o esta naturaleza híbrida se mantendrá a lo largo del tiempo? La nueva realidad periurbana presenta una mezcla muy compleja de suburbios pobres, desplazados del centro de las ciudades y, entre medias, pequeños enclaves de clase media, frecuentemente de nueva construcción y vallados. En esta periurbanización encontramos también trabajadores rurales atrapados por la manufactura de baja remuneración y residentes urbanos que se desplazan diariamente para trabajar en la industria agrícola. Curiosamente, este fenómeno ha despertado también el interés de los analistas militares del Pentágono, que consideran estas periferias laberínticas uno de los grandes retos que deparará el futuro a las tecnologías bélicas y a los proyectos imperiales. Tras una época en la que se centraron en el estudio de los métodos de gestión empresarial de moda –el just-in-time y el modelo Wal Mart–, en el Pentágono parecen ahora obsesionados con la arquitectura y el planeamiento urbano. EE UU ha desarrollado una gran capacidad para destruir los sistemas urbanos clásicos, pero no tiene ningún éxito en las “Sader Cities” del mundo. El caso de Faluya es sintomático: después de que la destrozaran con bulldozers y bombas de racimo, los mismos insurgentes con los que se quiso acabar la reocuparon cuando acabó la ofensiva. Creo que la izquierda y la derecha coinciden en que los suburbios de las ciudades del tercer mundo son el nuevo escenario geopolítico decisivo.

¿Cuál es la representación cultural más adecuada de los suburbios del tercer mundo que describes en Planet of Slums?
Si Blade Runner fue un día el icono del futuro urbano, el Blade Runner de los suburbios es Black Hawk derribado. Reconozco que no puedo dejar de verla: su puesta en escena y su coreografía son increíbles. La película representa a la perfección esta nueva frontera de la civilización: la “misión del hombre blanco” en los suburbios del tercer mundo y sus amenazantes ejércitos con aspecto de videojuego enfrentándose a heroicos tecnoguerreros y a los rangers de la Delta Force. Por supuesto, desde el punto de vista moral es una película aterradora: es como un videojuego, en el que es imposible contar a todos los somalíes que mueren. Por lo demás, la realidad es que los blancos no son mayoría entre los Rangers desplazados al extranjero: son americanos, sí, pero casi todos ellos proceden también de los suburbios. El nuevo imperialismo, como el viejo, tiene esta ventaja: la metrópoli es tan violenta y alberga tanta pobreza concentrada que produce excelentes guerreros para este tipo de campañas militares. Un antiguo profesor mío escribió un libro magnífico que mostraba, contra todo pronóstico, que en las victorias en las campañas militares del Imperio Británico el factor decisivo no era la tecnología armamentística sino la habilidad de los soldados británicos en el cuerpo a cuerpo con bayoneta, una habilidad que era consecuencia directa de la brutalidad de la vida cotidiana en los barrios bajos ingleses.

Más allá del giro hacia la violencia y la insurgencia, ¿está surgiendo algún sistema de autogobierno en los suburbios?
La organización en los suburbios es extraordinariamente diversa. En una misma ciudad latinoamericana, por ejemplo, hay desde iglesias pentecostales hasta Sendero Luminoso, pasando por organizaciones reformistas y ONG neoliberales. La popularidad de unos y otros colectivos varía muy rápidamente y es muy difícil hallar una tendencia general. Lo que está claro es que en la última década los pobres –y me refiero no sólo a los de los barrios urbanos clásicos que mostraban ya niveles altos de organización, sino también a los nuevos pobres de las periferias– se han estado organizando a gran escala, ya sea en una ciudad iraquí como Sader City o en Buenos Aires. Los movimientos sociales organizados han puesto sobre la mesa reivindicaciones de participación política y económica sin precedentes, que han impulsado un avance en la democracia formal. Sin embargo, generalmente los votos tienen poca relevancia: los sistemas fiscales del tercer mundo son, con escasas excepciones, tan regresivos y corruptos y disponen de tan pocos recursos que es casi imposible poner en marcha una redistribución real. Además, incluso en aquellas ciudades en las que hay un mayor grado de participación en las elecciones, el poder real se transfiere a agencias ejecutivas, autoridades industriales y entidades de desarrollo de todo tipo sobre las que los ciudadanos no tienen ningún control y que tienden a ser meros vehículos locales de las inversiones del Banco Mundial. La vía democrática hacia el control de las ciudades –y, sobre todo, de los recursos necesarios para acometer las reformas urbanas– sigue siendo increíblemente difícil.

En casi todos los programas gubernamentales o estatales que intentan abordar la pobreza urbana, el suburbio pobre se entiende como un mero subproducto de la superpoblación.
No tengo ninguna confianza en el concepto de superpoblación. La cuestión fundamental no es si la población ha aumentado demasiado, sino cómo cuadrar el círculo entre, por un lado, la justicia social y el derecho a un nivel de vida decente y, por otro lado, la sostenibilidad ambiental. No hay demasiada gente en el mundo; lo que sí hay, obviamente, es un sobreconsumo de recursos no renovables. Por supuesto, la solución ha de pasar por la propia ciudad: las ciudades verdaderamente urbanas son los sistemas más eficientes ambientalmente hablando que hemos creado para la vida en común. Ofrecen altos niveles de vida a través del espacio y el lujo públicos, lo que permite satisfacer necesidades que el modelo de consumo privado suburbano no puede permitirse. Dicho esto, el problema básico de la urbanización mundial actual es que no tiene nada que ver con el urbanismo clásico.


TEXTO 8: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Los movimientos sociales de nuestro continente
están transitando por nuevos caminos,
que los separan tanto del viejo movimiento
sindical como de los nuevos movimientos
de los países centrales. A la vez,
comienzan a construir un mundo nuevo en las brechas que
han abierto en el modelo de dominación. Son las respuestas
al terremoto social que provocó la oleada neoliberal de los
ochenta, que trastocó las formas de vida de los sectores populares
al disolver y descomponer las formas de producción
y reproducción, territoriales y simbólicas, que configuraban
su entorno y su vida cotidiana.
Tres grandes corrientes político-sociales nacidas en esta
r egión, conforman el armazón ético y cultural de los grandes
m ovimientos: las comunidades eclesiales de base vinculadas
a la teología de la liberación, la insurgencia indígena portadora
de una cosmovisión distinta de la occidental y el guevarismo
inspirador de la militancia revolucionaria. Estas corrientes
de pensamiento y acción conve rgen dando lugar a un
enriquecedor “mestizaje”, que es una de las características
d i s t i n t ivas de los movimientos latinoamericanos.
Desde comienzos de los noventa, la movilización social
derribó dos presidentes en Ecuador y en A rgentina, uno en Par
a g u a y, Perú y Brasil y desbarató los corruptos regímenes de
Venezuela y Perú. En varios países frenó o retrasó los procesos
privatizadores, promoviendo acciones callejeras masiva s
que en ocasiones desembocaron en insurrecciones. De esta
forma los movimientos forzaron a las elites a negociar y a tener
en cuenta sus demandas, y contribuyeron a instalar gobiernos
progresistas en Venezuela, Brasil y Ecuador. El neoliberalismo
se estrelló contra la oleada de movilizaciones sociales
que abrió grietas más o menos profundas en el modelo.
Los nuevos caminos que recorren suponen un viraje de
l a rgo aliento. Hasta la década de 1970 la acción social giraba
en torno a las demandas de derechos a los estados, al establecimiento
de alianzas con otros sectores sociales y partidos
políticos y al desarrollo de planes de lucha para modificar
la relación de fuerzas a escala nacional. Los objetivos finales
se plasmaban en programas que orientaban la activ i d a d
e s t r a t égica de movimientos que se habían construido en relación
a los roles estructurales de sus seguidores. En consecuencia,
la acción social perseguía el acceso al estado para
m o d i ficar las relaciones de propiedad, y ese objetivo justificaba
las formas estadocéntricas de organización, asentadas
en el centralismo, la división entre dirigentes y dirigidos y la
disposición piramidal de la estructura de los movimientos.
Tendencias comunes
Hacia fines de los setenta fueron ganando fuerza otras líneas
de acción que reflejaban los profundos cambios introducidos
por el neoliberalismo en la vida cotidiana de los sectores
populares. Los movimientos más signifi c a t ivos (Sin Ti erra
y seringueiros en Brasil, indígenas ecuatorianos, neozapatistas,
guerreros del agua y cocaleros bolivianos y desocupados
argentinos), pese a las diferencias espaciales y temporales
que caracterizan su desarrollo, poseen rasgos comunes, ya
que responden a problemáticas que atraviesan a todos los ac-
185
Los movimientos sociales
latinoamericanos:
tendencias y desafíos
Por Raúl Zibechi*
* Docente e investigador de la Multiversidad Franciscana de América
Latina (Mfal). Editor de Internacionales del semanario B re ch a
(Uruguay).
tores sociales del continente. De hecho, forman parte de una
misma familia de movimientos sociales y populares.
Buena parte de estas características comunes derivan de
la territorialización de los movimientos, o sea de su arraigo
en espacios físicos recuperados o conquistados a través de
largas luchas, abiertas o subterráneas. Es la respuesta estra -
tégica de los pobres a la crisis de la vieja territorialidad de
la fábrica y la hacienda, y a la reformulación por parte del
capital de los viejos modos de dominación. La desterritorialización
productiva (a caballo de las dictaduras y las contrarreformas
neoliberales) hizo entrar en crisis a los viejos movimientos,
fragilizando sujetos que vieron evaporarse las territorialidades
en las que habían ganado poder y sentido. La
derrota abrió un período, aún inconcluso, de reacomodos
que se plasmaron, entre otros, en la reconfiguración del espacio
físico. El resultado, en todos los países aunque con diferentes
intensidades, características y ritmos, es la re-ubicación
activa de los sectores populares en nuevos territorios
ubicados a menudo en los márgenes de las ciudades y de las
zonas de producción rural intensiva.
El arraigo territorial es el camino recorrido por los Sin
Tierra, mediante la creación de infinidad de pequeños islotes
autogestionados; por los indígenas ecuatorianos, que expandieron
sus comunidades hasta reconstruir sus ancestrales
“territorios étnicos” y por los indios chiapanecos que colonizaron
la selva Lacandona (Fernandes, 2000; Ramón,
1993; García de León, 2002: 105). Esta estrategia, originada
en el medio rural, comenzó a imponerse en las franjas de
desocupados urbanos: los excluidos crearon asentamientos
en las periferias de las grandes ciudades, mediante la toma
y ocupación de predios. En todo el continente, varios millones
de hectáreas han sido recuperadas o conquistadas por
los pobres, haciendo entrar en crisis las territorialidades instituidas
y remodelando los espacios físicos de la resistencia
(Porto, 2001: 47). Desde sus territorios, los nuevos actores
enarbolan proyectos de largo aliento, entre los que destaca
la capacidad de producir y reproducir la vida, a la vez que
establecen alianzas con otras fracciones de los sectores populares
y de las capas medias. La experiencia de los piqueteros
argentinos resulta significativa, puesto que es uno de
los primeros casos en los que un movimiento urbano pone
en lugar destacado la producción material.
La segunda característica común, es que buscan la autonomía,
tanto de los estados como de los partidos políticos,
fundada sobre la creciente capacidad de los movimientos para
asegurar la subsistencia de sus seguidores. Apenas medio
siglo atrás, los indios c o n c i e r t o s que vivían en las haciendas,
los obreros fabriles y los mineros, los subocupados y desocupados,
dependían enteramente de los patrones y del estad
o1. Sin embargo, los comuneros, los cocaleros, los campesinos
Sin Tierra y cada vez más los piqueteros argentinos y
los desocupados urbanos, están trabajando de forma consciente
para construir su autonomía material y simbólica.
En tercer lugar, trabajan por la revalorización de la cultura
y la afirmación de la identidad de sus pueblos y sectores
sociales. La política de afirmar las diferencias étnicas y
de género, que juega un papel relevante en los movimientos
indígenas y de mujeres, comienza a ser valorada también
por los viejos y los nuevos pobres. Su exclusión de facto de
la ciudadanía parece estarlos induciendo a buscar construir
otro mundo desde el lugar que ocupan, sin perder sus rasgos
particulares. Descubrir que el concepto de ciudadano
sólo tiene sentido si hay quienes están excluidos, ha sido
uno de los dolorosos aprendizajes de las últimas décadas.
De ahí que la dinámica actual de los movimientos se vaya
inclinando a superar el concepto de ciudadanía, que fue de
utilidad durante dos siglos a quienes necesitaron contener y
dividir a las clases peligrosas (Wallerstein, 2001: 120-135).
La cuarta característica común es la capacidad para formar
sus propios intelectuales. El mundo indígena andino
perdió su intelectualidad como consecuencia de la represión
de las insurrecciones anticoloniales de fines del siglo XVIII
y el movimiento obrero y popular dependía de intelectuales
que le trasmitían la ideología socialista “desde fuera”, según
el modelo leninista. La lucha por la escolarización permitió
a los indios manejar herramientas que antes sólo utilizaban
las elites, y redundó en la formación de profesionales
indígenas y de los sectores populares, una pequeña parte
de los cuales se mantienen vinculados cultural, social y
políticamente a los sectores de los que provienen. En paralelo,
sectores de las clases medias que tienen formación secundaria
y a veces universitaria se hundieron en la pobreza.
De esa manera, en los sectores populares aparecen personas
con nuevos conocimientos y capacidades que facilitan la
autoorganización y la autoformación.
Los movimientos están tomando en sus manos la educación
y la formación de sus dirigentes, con criterios pedagógicos
propios a menudo inspirados en la educación popular.
En este punto, llevan la delantera los indígenas ecuatorianos
que han puesto en pie la Universidad Intercultural de
los Pueblos y Nacionalidades indígenas –que recoge la experiencia
de la educación intercultural bilingüe en las casi
tres mil escuelas dirigidas por indios–, y los Sin Tierra de
Brasil, que dirigen 1.500 escuelas en sus asentamientos, y
múltiples espacios de formación de docentes, profesionales
y militantes (Dávalos, 2002; Caldart, 2000). Poco a poco,
otros movimientos, como los piqueteros, se plantean la necesidad
de tomar la educación en sus manos, ya que los estados
nacionales tienden a desentenderse de la formación.
En todo caso, quedó atrás el tiempo en el que intelectuales
ajenos al movimiento hablaban en su nombre.
186
D e b a t e s
/ Enero 2003
El nuevo papel de las mujeres es el quinto rasgo común.
Mujeres indias se desempeñan como diputadas, comandantes
y dirigentes sociales y políticas; mujeres campesinas y
piqueteras ocupan lugares destacados en sus orga n i z a c i o n e s .
Esta es apenas la parte visible de un fenómeno mucho más
profundo: las nuevas relaciones que se establecieron entre
los géneros en las organizaciones sociales y territoriales que
e m e rgieron de la reestructuración de las últimas décadas.
En las actividades vinculadas a la subsistencia de los
sectores populares e indígenas, tanto en las áreas rurales como
en las periferias de las ciudades (desde el cultivo de la
tierra y la venta en los mercados hasta la educación, la sanidad
y los emprendimientos productivos) las mujeres y los
niños tienen una presencia decisiva. La inestabilidad de las
parejas y la frecuente ausencia de los varones, han convertido
a la mujer en la organizadora del espacio doméstico y
en aglutinadora de las relaciones que se tejen en torno a la
familia, que en muchos casos se ha transformado en unidad
productiva, donde la cotidianeidad laboral y familiar tienden
a re-unirse y fusionarse. En suma, emerge una nueva familia
y nuevas formas de re-producción estrechamente ligadas,
en las que las mujeres representan el vínculo principal
de continuidad y unidad.
El sexto rasgo que comparten, consiste en la preocupación
por la organización del trabajo y la relación con la naturaleza.
Aún en los casos en los que la lucha por la reforma
agraria o por la recuperación de las fábricas cerradas aparece
en primer luga r, los activistas saben que la propiedad de
los medios de producción no resuelve la mayor parte de sus
problemas. Tienden a visualizar la tierra, las fábricas y los
asentamientos como espacios en los que producir sin patrones
ni capataces, donde promover relaciones igualitarias y
horizontales con escasa división del trabajo, asentadas por lo
tanto en nuevas relaciones técnicas de producción que no generen
alienación ni sean depredadoras del ambiente.
Por otro lado, los movimientos actuales rehuyen el tipo
de organización taylorista (jerarquizada, con división de tareas
entre quienes dirigen y ejecutan), en la que los dirigentes
estaban separados de sus bases. Las formas de organización
de los actuales movimientos tienden a reproducir la vida
cotidiana, familiar y comunitaria, asumiendo a menudo
la forma de redes de autoorganización territorial. El levantamiento
aymara de setiembre de 2000 en Bolivia, mostró
cómo la organización comunal era el punto de partida y soporte
de la movilización, incluso en el sistema de “turnos”
para garantizar los bloqueos de carreteras, y se convertía en
el armazón del poder alternativo (García Linera, 2001: 13).
Los sucesivos levantamientos ecuatorianos descansaron sobre
la misma base: “Vienen juntos, permanecen compactados
en la ‘toma de Quito’, ni siquiera en las marchas multitudinarias
se disuelven, ni se dispersan, se mantienen cohesionados,
y regresan juntos; al retornar a su zona vuelven a
mantener esa vida colectiva” (Hidalgo, 2001: 72). Esta descripción
es aplicable también al comportamiento de los Sin
Tierra y de los piqueteros en las grandes movilizaciones.
Por último, las formas de acción instrumentales de antaño,
cuyo mejor ejemplo es la huelga, tienden a ser sustituidas
por formas autoafirmativas, a través de las cuales los
nuevos actores se hacen visibles y reafirman sus rasgos y
señas de identidad. Las “tomas” de las ciudades de los indígenas
representan la reapropiación, material y simbólica, de
un espacio “ajeno” para darle otros contenidos (Dávalos,
2001). La acción de ocupar la tierra representa, para el campesino
sin tierra, la salida del anonimato y es su reencuentro
con la vida (Caldart, 2000: 109-112). Los piqueteros
sienten que en el único lugar donde la policía los respeta es
en el corte de ruta y las Madres de Plaza de Mayo toman su
nombre de un espacio del que se apropiaron hace 25 años,
donde suelen depositar las cenizas de sus compañeras.
De todas las características mencionadas, las nuevas territorialidades
son el rasgo diferenciador más importante de
los movimientos sociales latinoamericanos, y lo que les está
dando la posibilidad de revertir la derrota estratégica. A
diferencia del viejo movimiento obrero y campesino (en el
que estaban subsumidos los indios), los actuales movimientos
están promoviendo un nuevo patrón de organización del
espacio geográfico, donde surgen nuevas prácticas y relaciones
sociales (Porto, 2001; Fernandes, 1996: 225-246).
La tierra no se considera sólo como un medio de producción,
superando una concepción estrechamente economicista.
El territorio es el espacio en el que se construye colectivamente
una nueva organización social, donde los nuevos
sujetos se instituyen, instituyendo su espacio, apropiándoselo
material y simbólicamente.
187
Los movimientos sociales latinoamericanos...
/ Enero 2003
Nuevos desafíos
En paralelo, el movimiento actual está sometido a debates
profundos, que afectan a las formas de organización y
la actitud hacia el estado y hacia los partidos y gobiernos de
izquierda y progresistas. De la resolución de estos aspectos
dependerá el tipo de movimiento y la orientación que predomine
en los próximos años.
Aunque buena parte de los grupos de base se mantienen
apegados al territorio y establecen relaciones predominantemente
horizontales, la articulación de los movimientos
más allá de localidades y regiones plantea problemas aún no
resueltos. Incluso organizaciones tan consolidadas como la
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador
(CONAIE), han tenido problemas con dirigentes elegidos
como diputados, y durante la breve “toma del poder” de
enero de 2000, se registró una fisura importante entre las
bases y las direcciones, que parecieron abandonar el proyecto
histórico de la organización.
Establecer formas de coordinación abarcativas y permanentes
supone, de alguna manera, ingresar en el terreno
de la representación, lo que coloca a los movimientos ante
problemas de difícil solución en el estadio actual de las luchas
sociales. En ciertos períodos, no pueden permitirse hacer
concesiones a la visibilidad o rehuir la intervención en
el escenario político. El debate sobre si optar por una organización
centralizada y muy visible o difusa y discontínua,
por mencionar los dos extremos en cuestión, no tiene soluciones
sencillas, ni puede zanjarse de una vez para siempre.
Finalmente, el debate sobre el estado atraviesa ya a los
movimientos, y todo indica que se profundizará en la medida
en que las fuerzas progresistas lleguen a ocupar los gobiernos
nacionales. Está pendiente un balance del largo período
en el que los movimientos fueron correas de transmisión
de los partidos y se subordinaron a los estados nacionales,
hipotecando su autonomía. Por el contrario, parece ir
ganando fuerza, como sucedió ya en Brasil, Bolivia y Ecuador,
la idea de deslindar campos entre las fuerzas sociales y
las políticas. Aunque las primeras tienden a apoyar a las segundas,
conscientes de que gobiernos progresistas pueden
favorecer la acción social, no parece fácil que vuelvan a establecer
relaciones de subordinación.
No es un debate ideológico. O, por lo menos, no lo es
en lo fundamental. Se trata de mirar el pasado para no repetirlo.
Pero, sobre todo, se trata de mirar hacia adentro, hacia
el interior de los movimientos. El panorama que surge, cada
día con mayor intensidad, es que el ansiado mundo nuevo
está naciendo en sus propios espacios y territorios, incrustado
en las brechas que abrieron en el capitalismo. Es
“el” mundo nuevo real y posible, construido por los indígenas,
los campesinos y los pobres de las ciudades sobre las
tierras conquistadas, tejido en base a nuevas relaciones sociales
entre los seres humanos, inspirado en los sueños de
sus antepasados y recreado gracias a las luchas de los últimos
veinte años. Ese mundo nuevo existe, ya no es un proyecto
ni un programa sino múltiples realidades, incipientes
y frágiles. Defenderlo, para permitir que crezca y se expanda,
es una de las tareas más importantes que tienen por delante
los activistas durante las próximas décadas. Para ello
deberemos desarrollar ingenio y creatividad ante poderosos
enemigos que buscarán destruirlo; paciencia y perseverancia
ante las propias tentaciones de buscar atajos que, ya sabemos,
no conducen a ninguna parte.
Bibliografía
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Nota
1 Indios conciertos son denominados, en la región andina, los
que “concertaron” un acuerdo con el hacendado, que supone
una relación de servidumbre y renta en especie.



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