Textos_Clase4

TEXTO 12: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI

Superar la e xclusión, conquistar la equidad (fragmento)
Alejandro Moreno

Hace algunos años no se hablaba de exclusión y excluidos sino de marginación y marginalidad. Semejantes conceptos son, en principio, elaboraciones teóricas mediante las cuales se intenta definir, en términos de conocimiento para la acción, la realidad social que nos enfrenta en la práctica del vivir cotidiano. Suponen, de partida, la aceptación, como evidente o comprobada, de una división tajante entre dos sectores muy distintos de una sociedad; en nuestro caso, la venezolana.

Llevo ya veinte años “incluido” en un barrio de Petare (Caracaas), una de esas comunidades que antes se llamaron marginales y hoy se llaman excluidas, cuando se nombran desde fuera de ellas mismas, desde los incluidos en el sistema. Desde dentro, desde ellas mismas, ni se consideran marginales ni excluidas, simplemente porque ese planteamiento no les pertenece. Desde dentro se perciben como comunidades -pacíficas o conflictivas- de convivientes. Se diría que cada barrio más parece un pueblo tradicional que un sector de la ciudad. Este parecido a pueblo es muy significativo. Desde la estructura política, económica, social y cultural de la ciudad, los barrios son partes de una unidad más amplia. Desde dentro, se identifican como, y practican, una notable autonomía. Ni desprecian ni rechazan, pero tampoco ensalzan, la ciudad. Su autonomía no la perciben como marginación ni exclusión, sino como una manera natural de practicar la convivencia.

¿En qué consiste su manera autónoma de convivir?

Mis veinte años de barrio han sido también veinte años de investigación, desde hace ya unos cuantos compartida con un equipo de jóvenes investigadores en el Centro de Investigaciones Populares. Si éstas comenzaron desde fuera, esto es, desde posiciones teóricas y metodológicas propias de las ciencias sociales convencionales, poco a poco y paso a paso, se han ido despojando de todo lo admitido por los “científicos” de la estructura externa -bajo los golpes contundentes de la realidad del barrio- y han aterrizado finalmente en el interior de la estructura constitutiva de la comunidad. Un proceso largo y complejo que aquí no tengo tiempo ni espacio para detallar. Ha sido necesario reinvertarlo todo: métodos, perspectivas e ideas, para llegar a comprensiones articuladas que, no habiendo partido de teorías, tampoco desean ser conocidas como tales. La comprensión fundamental a la que hemos llegado es que la vida de un barrio no es ni una estructura social ni una anarquía desorganizada, sino algo externo a toda posible comprensión en los términos de la modernidad dominante y que se integra y coincide con el modo de vivir la vida, propio de lo que, sin detenernos en disquisiciones teóricas, -”leguleyismos”, diría Chávez- definimos como el pueblo venezola no. Cuando digo modo de vivir la vida, me estoy refiriendo al puro ejercicio del vivir, a la pura práctica que, con una palabra inventada por más dinámica, he llamado practicación del vivir. Un trabajo de comprensión hermenéutica a partir de lo que acontece cotidianamente en la comunidad, de sus producciones culturales, de sus practicaciones sociales y de la historia-de-vida de sus convivientes, me ha llevado a caer, como quien se desploma en un fondo inesperado, en la practicación primera y fundamental de la vida por todos compartida en su mismo origen como existentes y que da sentido y unifica en un mundo-de-vida a todo el vivir de nuestro pueblo. Este fondo, esta practicación primera, fuente del sentido popular, es la relación convival como constitutivo del ser del venezolano popular.

No me puedo detener a caracterizarla y describirla. Lo que importa aquí y ahora es que el venezolano popular no es comprensible como individuo -y pensarlo y caracterizarlo como tal es una ficción elaborada desde fuera- , sino como relación acaeciente. El venezolano popular sería, entonces, un homo convivalis. Importa, además, distinguir brevemente al yo moderno del yo popular. El primero es un yo individual, el segundo un yo relacional. El yo individual genera acciones individuales, fragmentarias, que entran en contacto y de cuyos contactos se produce un sistema de relaciones extrínseco, autorregulado, una estructura que se le impone desde fuera y que, en el caso de las acciones económicas, es el mercado. El yo relacional genera acciones que ya en su mismo origen son relacionales y se inscriben en un orden que ellas mismas generan y de ellas mismas depende, que no les es, por ende, extrínseco. En el caso del intercambio de bienes, éste es ya en origen relacional y, cuando no se desvía, “naturalmente” solidario.

Sobre este último tema estoy empeñado, junto con mis colaboradores, en una investigación que ya puede apuntar a algunos resultados, siempre provisionales, que, en manera muy sintética y esquemática, resumo a continuación.
1. En el pueblo se da un sistema de relaciones económicas propio fuera de las reglas del mercado moderno y no sometido a ninguna regulación, dependiente de las decisiones libres de sus agentes.

2. Este sistema tiene características, formas de acción, campos de aplicación y funciones que corresponden a la particularidad del mundo-de-vida popular..

3. Hay en él una circulación de dinero que nada tiene que ver con el sistema bancario pero que cumple con las finalidades que un sistema bancario de tipo “popular” podría o debería cumplir. Todo un sistema de préstamos circula de persona a persona, “de pana a pana”, que mueve con gran rapidez una enorme cantidad de dinero difícil de calcular porque no hay parámetros para ello. Este sistema se sostiene sobre la relación personal, de tú a tú, sobre relaciones concretas y no sobre relaciones abstractas como son las del mercado, y se basa en la confianza, una confianza también distinta. No es la confianza en el propietario que tiene cómo respaldar el crédito que se le concede. No se le presta a alguien porque tiene, sino precisamente porque no tiene y necesita, de donde la confianza se pone directamente en la persona en cuanto reúne ciertas características: pertenece a la trama de relaciones ya establecidas en la que quien presta y quien recibe el préstamo ya están incluidos, necesita el dinero, es fiable en cuanto se sabe que quiere pagar. A veces, incluso, la confianza es mediada, esto es, el receptor no está en la misma trama de quien presta pero está avalado, no económicamente sino siempre personalmente, por otro que sí pertenece a la trama. El resultado no es estrictamente económico en cuanto el deudor con frecuencia no puede cumplir con su compromiso. De hecho se presta ya con la disposición, que viene del mismo mundo- de-vida, al perdón de la deuda. El acreedor, de esta manera, pierde si se ve con los parámetros de la economía de mercado, pero en realidad no pierde porque no ha invertido en dinero sino en relación y esto le abre las puertas para ser deudor en las mismas condiciones cuando lo necesite. De esta manera el dinero circula con gran rapidez y beneficia directamente a los que lo necesitan. Esto no produce acumulación individual sino acumulación comunitaria que está siempre distribuida.

4. Se invierte, pues, en relación y de manera relacional. Este tipo de inversión es material, tan material como la inversión en capital, pero material humana y cumple la función de permitir y facilitar la vida de la gente.
5. En este contexto entran los juegos, las loterías populares que generan una lotería al margen de la oficial pero sobre la base de los números ganadores de la oficial y que mueve gran cantidad de dinero dentro de la comunidad, los terminales, etc. Toda una economía “ilegal” hacia fuera pero perfectamente funcional, legal, hacia dentro. Precisamente el hecho de ser ilegal hacia fuera, permite el abuso de las autoridades como la matraca de las policías.
Si se mira desde fuera, parecería que el venezolano es jugador. Sin embargo el juego como importante. El juego, desde fuera, se piensa como factor económico en sí mismo, mientras que en el mundo-de-vida popular tiene un sentido no económico en términos de mercado.

6. Por deudas no conocemos violencia, por ejemplo en mi barrio. Es que el dinero puede no recobrarse, pero la relación se fortalece. Sólo hay violencia por deudas entre los que participan del mercado externo, doblemente ilegal, como es el de la droga. Este se rige por parámetros externos al mundo-de-vida popular.

7. Es una economía que no está hecha sobre la base de la ganancia y la pérdida. La ganancia y la pérdida son momentos de esa economía y nada más. De hecho, generalmente pierden todos y todos ganan. Alguien puede meterse, por ejemplo, en un negocio que ya se sabe que va a fracasar, si están otras personas de por medio. El que lo emprende sabe que va a perder, pero de él se van a beneficiar otros. En otro momento él mismo entrará en otro negocio igual, pero esta vez como beneficiario.

8. Parece ser una economía estructuralmente solidaria, pero no a partir de un imperativo ético externo, de una exigencia moral de compartir -no se excluye que en su origen esté latente un sentido cristiano de la vida enraizado en el pueblo y hecho ya cultura, pero no aparece como decisión consciente- sino como emanación “natural” de lo constitutivo del mundo-de-vida popular. Las acciones humanas, todas y no sólo las económicas, son ya de partida no individuales, sino relacionales.

9. Es una economía que tiene su espacio en una población marcada por la pobreza, pero no es así porque sus agentes sean pobres sino porque los actores pertenecen a un mundo-de-vida externo, y en este sentido de externalidad - que no significa necesariamente oposición ni contradicción- hay que entenderlo como otro. La otredad se entiende aquí como una realidad situada fuera de los parámetros de otra realidad cualquiera. Otredad, en este caso, no se confunde con exclusión sino que sólo es pensable fuera de la oposición e inlusión- inclusión, por ejemplo*.

Existe, pues, entre nosotros, un tipo de hombre que no se concibe como individuo autónomo sino como relación convivial y que, por lo mismo, produce acciones relacionales y una forma de intercambio fuera del sistema-mercado. Es fácil catalogarlo como premoderno, y por tanto destinado a desaparecer, cuando se concibe la historia como historia única y progresiva. ¿Por qué no externo a la mo - dernidad? Ni premoderno ni postmoderno, ni primitivo ni primario, sino otro a la modernidad. Esto supone ya la fragmentación -Hinkelammert- como un hecho de la realidad -y no sólo como una exigencia ética- que el mercado tiende a suprimir subsumiéndolo todo bajo el único sistema.

Por ahora, nuestro pueblo no puede considerase ni marginal ni excluido, sino simplemente externo, otro, con su propia otredad vivida como cotidianidad en su mundo-de-vida.

Es claro que esta otredad no está aislada. Externalidad no es aislamiento. Entra constantemente en contacto con el sistema del mercado, pero no se deja eliminar por él. Todos los días las personas salen de su mundo-de-vida popular para entrar en el mundo-de-vida del mercado y en ese momento se someten a sus reglas, pero cuando regresan a su comunidad, se salen de él. Las relaciones entre uno y otro son complejas. Es claro que la mayoría de los recursos que se intercambian en el pueblo provienen del mercado, pero no está dicho que el mundo-de-vida popular, si fuera dejado a su propio modo de producir, estaría incapacitado para hacerlo. Por otra parte, no está muy claro hasta qué punto lo popular permea e invade al mercado en su propio terreno y en sus propios agentes. Quizás esté en eso la preocupación por modernizar al venezolano a toda costa. A parte de las intervenciones del Estado, tan detestadas por el mercado, ¿no lo distorsionan también, de una manera más sutil y encubierta, las invasiones de lo popular? ¿No anuncian éstas, sin embargo, posibilidades distintas no generadoras de exclusión? El sistema parece percibirlo y por eso, quizás, tanto insiste en la necesidad de cambios culturales, esto es, para transformar a nuestro pueblo de relacional en excluido. Parece que el mercado no puede vivir y dejar vivir al mismo tiempo. Para vivir él, necesita excluir.
En vez de concebir una gobernabilidad sobre la premisa de una población unificada en un todo imposible de incluidos, ¿no es mejor y más factible, al mismo tiempo que más respetuoso de la vida de todos, una gobernabilidad concebida sobre la diversidad de mundos-de-vida no excluyentes sino convivientes?

*Este sistema de economía da una respuesta a la pregunta que, hace algún tiempo, me hizo un ilustre economista, Asdrúbal Baptista: Si nos atenemos -decía él- a los índices económicos y al deterioro de los ingresos que han sufrido los sectores populares, deberíamos estar viendo a gente morir de hambre por las calles de Caracas; la miseria debería ser espantosa. Tanto horror, no ha sucedido. ¿Por qué? De hecho el pueblo tiene sus propias formas de sobrevivencia basadas en su estructura relacional que tiene su centro de condensación en la familia popular, la cual, por otra parte, posee características muy propias.

TEXTO 13: CURSO MOVIMIENTOS SOCIALES – CIES-ZIBECHI


Reflexiones sobre la urbanización y la cultura villera

Vivir en la villa hace que los sacerdotes del equipo para villas de emergencia tengamos una mirada particular de esta realidad, que difiere la mayoría de las veces de la observación que pueda tener alguien que viene de afuera de la villa, ya sea un profesional o alguien vinculado a la actividad política.

Vivir en la villa nos hace comprender, entender y valorar la vida en ella de manera distinta a lo que se escucha habitualmente en el periodismo amarillo, que parece sugerir que las villas son las causantes de la mayoría de los problemas de nuestra querida Buenos Aires.

En estas reflexiones queremos acercar una mirada positiva de la cultura que se da en la villa, ya que para nosotros es una gracia de Dios vivir en ella.

No ignoramos los delicados problemas que los vecinos vivimos en la villa: la violencia familiar, los abusos, el consumo de drogas, sólo por nombrar algunos; aunque estos y otros están también presentes en el resto de la ciudad de forma menos expuesta, o más maquillada. Como sacerdotes intentamos humildemente mirar de frente los problemas, verlos con el corazón y comprometernos con las manos en su resolución.

Sin embargo, para nosotros la villa no es un lugar sólo para ayudar, es más bien el ámbito que nos enseña una vida más humana, y por consiguiente más cristiana. Valoramos la cultura que se da en la villa, que surge del encuentro de los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana.

La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos. Es el cristianismo popular que nace de la primera evangelización; el pueblo siempre lo vivió como propio, con autonomía y siempre desde su vida de cada día. Es un cristianismo no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores evangélicos.

Cuando el pueblo que vive en la villa celebra, celebra la vida, la vida natural, pero como es cristiano por su fe sabe que esa vida culmina, se plenifica en la Vida de Dios. Cuando por ejemplo celebra a la Virgen (Luján, Caacupé, Copacabana, etc.) en esas fiestas pone en juego valores como la fraternidad, la solidaridad y la paz, ya que es la Madre de todos, la que nos convoca y en este tipo de fiestas fortalece el tejido social.

El pueblo que celebra en la villa celebra la vida, porque se organiza en torno a ella, anhela y lucha por una vida más digna. Y, en este sentido, la cultura villera tiene un modo propio de concebir y utilizar el espacio público. Así la calle es extensión natural del propio hogar, no simplemente lugar de tránsito, sino el lugar dónde generar vínculos con los vecinos, dónde encontrar la posibilidad de expresarse, el lugar de la celebración popular.

La cultura de la villa tiene características muy positivas, que son un aporte para el tiempo que nos toca vivir, se expresa en valores como la solidaridad; dar la vida por otro; preferir el nacimiento a la muerte; dar un entierro cristiano a sus muertos; cuidar del enfermo, ofrecer un lugar para el enfermo en la propia casa; compartir el pan con el hambriento: "donde comen 10 comen 12"; la paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversidades, etc. Valores que se sustentan en que la medida de cada ser humano es Dios, y no el dinero.

La cultura villera señala valores evangélicos muy olvidados por la sociedad liberal de la ciudad. Sociedad liberal que se organiza y hace fiesta en torno al poder y a la riqueza, y que es expresión de ideologías de derecha a izquierda.

Por eso, ante el planteo de urbanización de las villas -planteo que preferimos al de erradicación la cual nos recuerda las topadoras- nos preguntamos qué significa.

Porque, ¡Atentos! Si urbanización significa que la cultura porteña invada con su vanidad la cultura villera pensando que progreso es darle a los ’villeros’ todo lo que necesitan para ser una "sociedad civilizada", no estamos de acuerdo.

¿Por qué pensar que el cambio de apariencias -cambio de una casa de ladrillo y chapa hecha por el esfuerzo del villero por otra casa del Instituto de la Vivienda de varios pisos- es ya un progreso?; en este caso, ¿urbanización no será más bien otra cosa que aprolijar la villa para que el resto de la ciudad no chille y dejarla conforme?; ¿cuando se piensa en urbanizar, se piensa solamente en hacer casas que estén pintadas?, ¿acaso no hay sobrados ejemplos de barrios que cambiaron su fisonomía y su realidad es peor que la vivida hace tiempo?

Pensamos que la palabra urbanizar es unilateral, se da desde el poder -no necesariamente con mala intención- y muestra una desvalorización de la cultura de la villa. Creemos que la ciudad piensa que debe eliminar la villa y que desconoce su cultura popular multifacética. El planteo de urbanización debe ser respetuoso de una auténtica cultura como es la villera y no querer barnizarla, o lo que es más grave aún borrarla de un plumazo.
¿Urbanizar o colonizar?

No creemos en esta urbanización, más bien creemos en un encuentro de culturas que conviven, aprenden, comparten. ¿Acaso no sería bueno que el resto de los barrios porteños conozcan y valoren las vivencias y creencias de los villeros? Si la ciudad no quiere colonizar la villa deberá tener un corazón humilde capaz de escuchar la palabra de inmensas barriadas que tienen mucho para decir.

La excesiva mediatización del gobierno y organismos a través de los punteros barriales ha sido a lo largo de los años uno de los factores del gran desconocimiento de la villa y de su cultura.

A algunos que quizás comenzaron como representantes de su barrio los han convertido en representantes remunerados de otros intereses, la referencia de lo que es la villa quedó en manos de este puñado serviles al sistema. Por eso, son pocos los que desde los estamentos del gobierno u organizaciones conocen y valoran la cultura villera.

¿Que elementos entonces debería contemplar este encuentro de culturas donde urbanizar no sea colonizar, sino más bien una integración de culturas que dialogan y aprenden entre sí dando lo más positivo que tienen?

¿Acaso urbanizar no sería más bien crear situaciones positivas donde se den las mismas posibilidades a los que viven en la villa que a los que viven en Belgrano o cualquier otro lugar de la ciudad? ¿No será urbanizar garantizar el acceso escolar para todos los niños y jóvenes de las villas, o que cuando se inauguren las salitas de salud cuenten con lo mínimo indispensable como son las cloacas?

¿No será urbanizar el día que los médicos, sacerdotes, abogados, profesores o capataces surjan de las villas para que imbuidos de la solidaridad de la cultura villera pongan su vida al servicio de su barrio, de la ciudad, del país?

Más que urbanizar nos gusta hablar de integración urbana, esto es, respetar la idiosincrasia de los pueblos, sus costumbres, su modo de construir, su ingenio para aprovechar tiempo y espacio, respetar su lugar, que tiene su propia historia.

Sin duda debe haber un camino de mejoramiento de la calidad de vida en las villas -fue y es una preocupación de este equipo- pero es fundamental en este camino poner el oído en el corazón del villero para que las posibles soluciones no provengan de oficinas donde trabajan técnicos que ignoran la realidad, y que en lugar de mejorarla la empeoran. Sirvan de ejemplo esos planes que se bajan indiscriminadamente, y que en vez de incentivar el estudio facilitan que el chico deje la escuela para cobrarlos, o que la motivación para hacer una actividad deportiva vaya detrás de un plan. Este tipo de asistencialismo -o habría que decir clientelismo- perpetúa la dependencia mental y atrofia la capacidad de los asistidos para convertirse en ciudadanos responsables de su futuro.

Por lo tanto, entendemos que lo positivo de la urbanización es una preocupación del resto de la ciudad para con la villa, tratando de darle una mejor calidad de vida, pero a nuestro entender, así sin más sería no valorar y tener presente lo que la villa puede aportar al resto de la ciudad. Para nosotros la integración urbana sería el camino que debería recorrerse en la Ciudad de Buenos Aires.

Firman el comunicado:

Rodolfo Ricciardelli, Enrique Evangelista y Adolfo Benassi de la Villa 1-11-14; José María Di Paola, Carlos Olivero y Nibaldo Leal de la Villa 21-24 y N.H.T. Zabaleta; Sebastián Sury y Walter Medina de la Villa 15; Guillermo Torre y Marcelo Mirabelli de la Villa 31; Gustavo Carrara y Martín De Chiara de la Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo; Sergio Serrese de la Villa 19: Jorge Tome y Franco Punturo de la Villa 20.



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